Alfonso Guerra
Hay una firma de moda masculina, Adolfo Domínguez, que se anuncia mucho en este periódico y que ha manejado sucesivamente dos frases a las que yo hago una lectura política, muy referida al PSOE, lectura a la que, naturalmente, es ajena por completo esta prestigiosa firma, pero de cuyo acierto expresivo son responsables los publicitarios creadores: «Tirantez de concepto» y «La arruga es bella».Alfonso Guerra, contra quien viene haciendo campaña el legitimismo sin legitimidad (y, naturalmente, no me refiero para nada a la reciente querella Guerra/Ejército), es hoy el hombre que ejemplifica mejor en la izquierda esa tirantez de concepto tan afortunadamente expresada, a otros efectos, por algún gran escritor publicitario y, por tanto -ay- anónimo. Tras la voladura controlada del pecé y Santiago Carrillo (voladura que me parece no ha terminado), el hombre duro de la izquierda, el líder que se rige por la tirantez de concepto es Alfonso Guerra, que no hace sino poner en frases cortas y untadas de curare, como las flechas sioux, lo más exterior de un pensamiento socialista interior que sabemos riguroso, firme y fiel, fino y fuerte. Cierta derecha necesita siempre cierta izquierda para rasgarse ante ella las vestiduras del lamé de oro y poner el grito en el cielo de Cuaresma, que me parece es en lo que estamos. Como cierta izquierda, que yo no llamaría tal, necesita quemar en público la bandera española y derribar la Virgen Blanca con una soga, como si no fuera blanca ni virgen, para propiciar amarillismo sepia en los mass/media y que se vea que los acampados campamentales tenían razón.
El otro slogan, más nuevo, más actual, mejor, dice que «la arruga es bella». Propicia una moda más relajada y, por tanto, queriéndolo o sin quererlo, una vida más relajada, que nos ayuda a instalarnos en nosotros mismos a los hombres y mujeres que empezamos a sentirnos rehén con arrugas de nuestro pasado. Porque, como dice Octavio Paz, no se trata tanto de recordar el pasado como de que el pasado le recuerde a uno. «La arruga es bella» pudiera ser el lema de Felipe González, político de la distensión, la comprensión, la concesión y la convivencia. En nuestro socialismo, uno lleva la tirantez de concepto y el otro la arruga bella, que los desengaños de la política (mas que los años) le han arrugado un poco. También pudiera ser que una consigna haya sido primero, la tirantez de concepto del 77, y otra después: hoy estamos en que la arruga es bella, incluso la arruga de los financistas, los agiotistas y los bolsistas. Pero Guerra no es sino el otro nombre de Felipe, o a la inversa, y él sabe, asimismo, que la arruga es bella, en la ropa, en la política, en la piel, porque supone distensión, comprensión, dilación, paz. Tras las sucesivas voladuras controladas de las ideologías democráticas de derecha/ izquierda, más sus hombres representativos, se ha iniciado la voladura de Alfonso Guerra, andaluz de dura crin, voz de clavel varonil, a quien se le puede quemar políticamente como una bandera, con las locaidas internacionales, o se le puede derribar en tierra con la soga piadosa de arruinar vírgenes, o se le puede volar de un disparo al aire, como a Ignacio de Lebrija, por ordeñar cabras y beberse la leche, hermoso bajorrelieve de la Andalucía baja, que sacriliza al mozo andaluz como pastor griego, adolescente en paro o Edipo tercermundista de las cabras.
Todo eso es Alfonso Guerra, y uno, que nunca ha tenido arte política ni parte de poder en Santa Engracia, gusta de escribirlo y avisarlo ahora que Guerra, entre la tirantez de concepto y la belleza de las primeras arrugas, es bestia negra y Virgen Blanca del terrorismo/golpismo.
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