Terror menor

El éxito obtenido en las últimas temporadas por numerosas películas de terror favorece ahora la importación indiscriminada de cualquier título del género. Películas que no superarían los controles de calidad de los distribuidores consiguen, por su vinculación al cine de terror, una carta blanca que intenta estimular su suerte buscando a ese público que comprueba por sí mismo el grado de imaginación de cada una de las películas terroríficas de fabricación reciente.No es mucha. Salvo excepciones, los filmes de terror repiten monótonamente los esquemas dramáticos ya conocidos en películas anteriores, tratando en ocasiones de aportarles alguna novedad pero sin lograrlo plenamente. Ese es, al menos, el caso de San Valentín sangriento donde la actividad criminal de un loco se produce en circunstancias siempre similares, con la misma lógica o ausencia de ella, sin que el espectador entienda muy bien las razones de tal carnicería.

Los aciertos hay que buscarlos, pues, en la posible originalidad de los lugares comunes que explica. Pero hay muy poca. Puestos a aceptar que esos jóvenes reunidos el día de los enamorados para celebrar una fiesta, van a ser víctimas de la maldad del asesino desconocido, sólo cabe esperar que cada situación de peligro aporte una idea suficientemente nueva como para que el espectador se emocione y hasta se preocupe. George Mihalka no ha aprovechado, sin embargo, las sugerencias del guionista. Quizá porque no ha contado con buenos actores o porque su evidente falta de dominio profesional es incapaz de enriquecer lo que sobre el papel estaba escrito lo cierto es que San Valentín sangriento es una película escasa en sus aciertos. Más imaginativos son los conceptos que las realidades y si ello es malo en cualquier película, en el género de terror es doblemente grave.