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Discrepancias entre el Departamento de Estado y la Embajada norteamericana sobre la política a seguir en El Salvador

ENVIADO ESPECIALEl Departamento de Estado y la Embajada norteamericana en San Salvador mantienen serias discrepancias sobre la política a seguir en este país centroamericano. La acreditación remitida por Ronald Reagan al Congreso, en el sentido de que observaba una mejoría en el respeto a los derechos humanos, se apoya sólo en un informe coyuntural enviado por la embajada a comienzos de noviembre, pero se contradice abiertamente con otras informaciones posteriores.

Un congresista republicano y dos demócratas que han visitado El Salvador hace unos días mostraron al embajador Deane Hinton su extrañeza porque la delegación diplomática pudiera sostener una mejoría en los derechos humanos que ellos no habían podido apreciar.

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El embajador les mostró las últimas informaciones enviadas a Washington, dando cuenta detallada de recientes matanzas de civiles a manos del Ejército o de fuerzas paramilitares.

Diplomáticos estadounidenses acreditados en la capital salvadoreña no han ocultado privadamente que el Departamento de Estado se apoya cada vez menos, a la hora de definir su política sobre El Salvador, en la documentación que le remite su propia embajada por los circuitos normales.

Estas diferencias no serían sino un síntoma más del debate que se registra sobre Centroamérica en la sociedad norteamericana y en el seno mismo de la Administración Reagan. Los partidarios de una solución negociada a la crisis salvadoreña parecerían ganar terreno.

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Una encuesta reciente hecha por asesores del Instituto Gallup, con financiación de la Embajada norteamericana, revelaría que el Partido Demócrata Cristiano saldría debilitado, en favor de la extrema derecha, después de las elecciones del 28 de marzo.

A pesar del gran número de personas que se muestran indecisas, que sería un 30%, y de las que afirman que votarán en blanco (20%), se observa ya una tendencia definida en el sentido de que ninguna formación política será capaz de obtener una mayoría absoluta. Hacia el Partido Demócrata Cristiano se inclina el 28% del electorado, frente a un 12% para la ultraderechista Acción Republicana Nacionalista (Arena) y un 10% del Partido de Conciliación Nacional, que estuvo en el poder desde 1960 hasta 1978.

La suma de votos de la extrema derecha podría superar las papeletas más moderadas de democristianos y Acción Democrática, lo que situaría a Estados Unidos ante una triple opción: aliarse con las fuerzas más represivas del país, recurrir a la intervención directa (con marines o con tropas de terceros países) o ir a una negociación que hasta ahora ha venido rechazando enfáticamente.

Los democristianos insisten, por su parte, en la necesidad de una victoria electoral determinante para negociar una solución política de la guerra. Todos los caminos parecen conducir a una negociación inevitable, según apreciación bastante generalizada entre los observadores.

La definición de la guerra civil se presenta cada día más lejana en el campo de batalla, a pesar de las afirmaciones del ministro de Defensa, general José Guillermo García, quien asegura que el Ejército de su país está ganando la guerra.

Durante los últimos días han disminuido las acciones bélicas. A lo largo del martes se registraban algunos combates sólo en las inmediaciones del volcán Guazapa, a unos cuarenta kilómetros de la capital. Helicópteros, piezas de artillería y combatientes de a pie trataban de cercar a varias columnas de guerrilleros que efectuaban una nueva retirada táctica. El Ministerio de Defensa no fue capaz de informar sobre bajas.

En el terreno diplomático, la Junta se esfuerza por obtener colaboración militar en el exterior. En esta línea se inscribe el viaje del general Abdul Gutiérrez a Taiwan y el del coronel Flores Lima a Buenos Aires.

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