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El rey Hassan II emprende una nueva andadura / 1

Bases militares e inversiones extranjeras, pilares del cambio en Marruecos

La concesión de facilidades de tránsito a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y la reforma, realmente radical, de la actual legislación sobre inversiones extranjeras que proyecta el Gobierno marroquí constituyen dos de las decisiones más significativas tomadas por Marruecos en los últimos años.

Aunque las dos se encuentran en fase de proyecto -las facilidades militares han de ser precisadas y los capitales extranjeros están por venir-, ambas medidas afectan particularmente a la burguesía nacionalista marroquí y tienen un alcance considerable para el futuro.La primera de ellas, al margen de las disquisiciones de la Prensa marroquí en torno a si se otorgan bases militares o facilidades militares -la tecnología bélica moderna convierte en innecesarias las bases permanentes-, toca un terreno particularmente sensible del nacionalismo marroquí.

La virulencia con que la Prensa oficial y oficialista ha reaccionado a los conatos, hasta ahora extranjeros, de criticar este nuevo rumbo confirma la trascendencia del asunto. Sin embargo, la importancia de estas medidas es más interna que externa, aunque ningún partido o fuerza política marroquí haya protestado todavía.

Sería, por lo menos, cinismo político criticar que Marruecos, que enfrenta un serio riesgo de desestabilización a consecuencia, entre otras razones, del conflicto del Sahara, se alíe con quien pueda ayudarle eficazmente. Más aún si se tiene en cuenta que 30.000 soldados cubanos y asesores soviéticos cooperan con una docena de países africanos y que la URSS posee bases o facilidades militares en dos de los países del norte de Africa.

No obstante, con toda razón, se ha recordado en estos días en Rabat que fue Francia, cuando era potencia protectora de Marruecos, la que concedió a Estados Unidos cuatro bases militares al final de los años cuarenta, y que una de las primeras reivindicaciones del partido del Istiqlal, que entonces aglutinaba a todo el nacionalismo solvente marroquí, desde la independencia en 1956, fue la evacuación de esas bases.

El nuevo código de inversiones industriales extranjeras, sometido hace unas semanas a la aprobación del Parlamento, establece que los inversionistas extranjeros podrán retener el ciento por ciento del control del capital invertido, expatriar sin trabas los beneficios y disfrutar durante diez años de una exención del impuesto sobre los beneficios personales, entre otras considerables ventajas.

Pero resulta, sin embargo, que la actual legislación en materia de inversiones extranjeras, que data de 1973, y que fue la herramienta que llevó a la marroquización reclamada por la burguesía nacional marroquí, se ve tirada por tierra en el nuevo código de inversiones, que abandona todas las medidas protectoras y restrictivas del código nacionalista de 1973.

Es verdad que la marroquización no fue a la larga precisamente un éxito. Con excepción de los fosfatos, provocó un crecimiento anormal del sector estatal, hoy apático e irresponsable, que tiene todos los inconvenientes de la estatalización socialista, pero ninguna de sus ventajas.

Ausencia de oposición

Hoy no existe en Marruecos ninguna voz de oposición posible. Los socialistas están en la cárcel, y sus órganos de opinión clausurados. Sin embargo, asombra la ausencia de verdadero análisis de este nuevo rumbo por parte de comunistas e istiqlalíes.

Los dos partidos sólo se han referido de una manera timorata a la cuestión de las facilidades militares. Al Bayane, órgano de los comunistas, pide que el estrechamiento de la cooperación con Estados Unidos no se traduzca en "abandono del no alineamiento", "enajenación de la soberanía marroquí", "abandono del antisionismo" o que "no se haga en detrimento de Francia o la Unión Soviética".

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