Sergiu Comissiona entusiasmó al público con su versión de Mahler
La Sinfonía Resurrección, de Mahler.
Orquesta Sinfónica de RTVE. Director: Sergiu Comissiona. Solistas: Mitsuko Shirai (scprano) y Cornelia Wulkopf (mezzosoprano) Coro de RTVE. Director: A. Blancafort.
Teatro Real. 13 y 14 de febrero.
En 1907, escribe Feilipe Pedrell: "La obra de Mahler, apenas conocida en Europa, levanta hondas y sañudas controversiis. ¿Qué importa? Ha de imponerse y se impodrá. El nombre de blahler ha de ocupar, tarde o temprano, una página de honor en el libro de oro de la sinfonía".
Una vez más, el patriarca de nuestro resurgimiento musical acertaba, aun cuando debieron pasar unas cuantas déciadas y concitarse distintas circunstancias históricas y sociales para que el mahlerismo fuera moneda corriente incluso en los países latinos, más renuentes, por naturaleza, a las inmensas y complejas formulaciones de Gustav Mahler.
También por naturaleza y por ciertas debilidades explicativas del compositor, se acostumbró desde el principio a entender los pentagramas de Mahler "más allá de la música". Actitud que aún perdura con toda la carga de subjetivismo más o menos filosofico, cuando no simple fardo anecdótico y descriptivo.
Suele olvidarse, por ejemplo, que en el caso de la segunda sinfonía, Resurrección -interpretada ahora por la Sinfonía y Coro de RTVE, dirigida por Comissiona-, el amplio programa literario adjuntado en principio por el compositor, fue retirado después, ya que habia sido escrito "para personas más bien superficiales y simplonas y ofrece, únicamente, algunos elementos exteriores -la pura superficie de las cosas- como, en el fondo, sucede con todos los programas de una obra musical".
Valores musicales
Importa, entonces, la obra misma, obediente a tal impulso o cual presión, pero poseedora de valores musicales autónomos, cuya última comprensión obliga al auditor a un esfuerzo considerable, a una escucha activa que va de la atención a la participación y de ésta a la identificación.
En el caso de la segunda sinfonía, contamos con una estructura clara y unitaria "tan cerrada en sí misma", decía Mahler, "que forma un todo único, tan inexplicable como el mundo". "Que nuestra música", continúa el compositor "refleja lo puramente humano (y todo lo que ésto lleva consigo, incluído el intelecto), de uno u otro modo, no puede negarse. Como en todo arte, es cuestión de encontrar los medios adecuados de expresión. Lo que uno pone en la música es todo el ser que piensa, siente, alienta y sufre".
Este humanismo de tanta fuerza vivencial pasa inmediatamente al saber del compositor que estudia ensaya, corrige, avanza o rectifica: hasta encontrar esa espléndida estructura sinfónico dramática formada por los dos tiempos extremos, cargados de un pathos que, lógicamente, entusiasmó a Richard Strauss (autor entonces del Zarathustra) y tres más breves movimientos centrales de distingo signo y peso, pero de gran perfección en todos los órdenes, por no hablar de una belleza sustancial e impactante.
A lo largo de la partitura se nos revela, en una de las formulaciones más identificativas del enio mahleriano, un arte entero en toda su grandeza: estilo, materia sonora, asunción de lo dramático a través del lied, dimensión extensa por naturaleza, irregularidad y riqueza motívica, alardes de dominio variativo o temperatura expresiva.
Fantasía y orden
Abordar la sinfonía Resurrección con la fantasía, el orden, la buena realización, la incisiva afectividad, la claridad conceptual y la vivacidad con que lo hizo Sergiu Comissiona es algo reservado a quien une en su personalidad las dotes del artista y el gran oficio del director. Potencias que, bien se sabe, cualifican la rica personalidad de Comissiona, cuya versión de la sinfonía despertó en el auditorio un entusiasmo clamoroso. A la calidad de lo escuchado contribuyeron dos excelentes solistas, la soprano Mitsuko Shirai, y la mezzo Cornelia Wulkopf, el coro de Blancafort y las profesoras de la RTVE. Todos, al final del concierto, dedicaron el homenaje de sus aplausos al director invitado, una figura no sólo considerable, sino de extraño poder atractivo.
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