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El cierre total de los comercios de Móstoles comienza a crear graves problemas a la población

La población de Móstoles acusa ya las graves consecuencias de la huelga general del comercio, que comenzó a la una de la tarde de anteayer, martes, en protesta por el impuesto de radicación. Ayer, muchos grupos de madires de familia hacían planes para trasladarse a Fuenlabrada, Villaviciosa y Navalcarnero en autobuses alquilados, como única solución posible a la falta de abastecimiento. Para el alcalde de la ciudad, Bartolomé González, "el conflicto está motivado por intereses oscuros, porque el impuesto de radicación no ha sido aumentado ni en 1981 ni en 1982". Varios industriales consultados por EL PAIS comentaron, en cambio, que pagan "más impuestos que los comercios de la Gran Vía de Madrid". Por el momento, sólo siguen abiertos los bancos y las farmacias de guardia.

Los industriales y los vecinos se congregaban ayer en las calles más céntricas y daban a la ciudad un perfil extraño, contradictorio, que, según los casos, hacía pensar en evacuaciones, ferias o romerías. La larga cola de parados que esperaban turno para cobrar sus seguros de desempleo en la plaza de España era, al mediodía, el único grupo de pobladores ocupados en algo.Sólo unos metros más allá, en las interioridades del Ayuntamiento de Móstoles, Bartolomé González, el alcalde, respondía continuamente a las llamadas telefónicas que se le hacían desde el exterior. "Son grupos de madres de familia que quieren solidarizarse con el Ayuntamiento. Al fin y al cabo, el impuesto de radicación no ha sido aumenta.do ni en 1981 ni en 1982. Lo que de verdad sucede es que anteriormente los comerciantes no habían pagado nada".

En la avenida del Dos de Mayo, los comerciantes, agrupados en corrillos, esperaban acontecimientos en silencio, mientras miraban de reojo los coches radiopatrulla de la Policía Nacional que iban y venían continuamente y a los agentes municipales que dirigían el tráfico, acaso con un punto más de rigor que de costumbre. Si alguien se interesa por las razones de la tirantez, los comerciantes allí reunidos se explican, se interrumpen y, finalmente, se relevan para clar a conocer la plataforma. "Yo soy industrial del ramo de la alimentación: antes pagaba 7.000 pesetas; ahora, 27.000. La proporción del aumento me parece inaceptable. También protestamos porque el Ayuntamiento ha concedido licencias de construcción a dos empresas que van a instalar dos hipermercados junto al pueblo".

Sin embargo, la mayoría de los comerciantes prefieren citar sólo el aumento del impuesto de radicación como verdadera causa del problema. "Yo soy industrial textil y estoy en una situación parecida a la de mi compañero de la tienda de ultramarinos, pero hay colegas que lo están pasando peor aún".

A veces, alguien trae noticias sobre la repercusión de la huelga. "Todos, han cerrado todos: sólo siguen abiertas las farmacias y los bancos; muchas amas de casa piensan irse a comprar a los pueblos más próximos". Entonces, los corrillos se aproximan entre sí, y una corriente de confianza parece pasar de unos a otros. Al otro lado de la plaza, el alcalde comenta "la positiva respuesta de la población: si convocamos a la gente, estoy convencido de que más de 100.000 personas o, mejor dicho, el pueblo entero se movilizaría contra ellos". Y descuelga el teléfono una vez más, "no se preocupe, que no se saldrán con la suya: están utilizando piquetes para forzar a todo el mundo al cierre, pero no van a conseguirlo". Luego comprueba la llegada de nuevos periodistas, mira el bando mural de Andrés Torrejón y dice: "Qué expectación; se diría que hemos vuelto a declarar la guerra a los franceses".

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