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Reportaje:

El Ateneo de Madrid trata de proseguir su historia tras 40 años de frustracíón

La retirada de la candidatura de Joaquín Ruíz-Giménez para dirigir el Ateneo de Madrid ha dejado en solitario, ante las elecciones que se celebrarán mañana, a la opción encabezada por Fernando Chueca Goitia y ha eliminado una ocasión histórica de asistir a la primera contienda democrática, celebrada después de la guerra civil, por el control de una institución centenaria cuya presencia en la cultura española resulta imborrable a pesar del paréntesis de los últimos cuarenta años. En este reportaje se recuerdan los fundamentos de esta historia truncada que ahora se intenta revitalizar con dificultades de todo orden.

Miguel de Unamuno dijo en una ocasión que el Ateneo de Madrid era "la institución de la cultura más famosa de España" y, sobre todo, "la antesala del parlamentarismo". Para otros, esta casa fue sede de las conspiraciones más disparatadas o de la oratoria más estéril, pero lo cierto es que protagonistas de la cultura española tan significativos como Ríos Rosas, Castelar, Echegaray, Zorrilla, Ganivet, Marañón, Ortega y Gasset, el propio Unamuno y Valle Inclán ocuparon en él puestos destacados e incluso directivos.El Ateneo de Madrid se fundó en 1820 pero no comenzó a funcionar en serio, tras un breve período de restauración, hasta 1835. Su primer presidente, el duque de Rivas, elegido para este cargo en 1835, le dio a esta institución el carácter de una sociedad civil. Con el duque de Rivas colaboraron en la estabilización del Ateneo Mariano José de Larra y otros. Estuvo situado inicialmente en la calle Prado, después pasó a Carretas, Plaza del Angel, Montera y nuevamente Prado, que es donde está en la actualidad.

Desde entonces la normalidad estatutaria se mantuvo hasta la Guerra Civil, período en que fue incautado por la Falange, que lo retuvo hasta 1946. Una orden ministerial de este año lo incorporó al Ministerio de Educación hasta 1950, año en el que pasó al Ministerio de Información y Turismo.

Al sustituir a este ministerio propagandístico el de Cultura, éste se encargó del Ateneo y administrativamente sigue dependiendo desde 1980, a través de una junta gestora presidida por Fernando Chueca Goitia, de la sección denominada Convenios y Entidades Culturales.

Refugio de la libertad de expresión

Teóricamente este régimen debe terminar con las primeras elecciones democráticas que se celebran el día 27 y que debería suponer la vuelta al autogobierno, pero las irregularidades de la campaña electoral que han provocado, entre otras consecuencias, la retirada de la candidatura "progresista" pone en peligro la reanudación de la tradición democrática del Ateneo.En los años cincuenta del siglo pasado el Ateneo comenzó a distinguirse como refugio de la libertad de expresión y como caja de resonancia de las piezas oratorias del tiempo.

En el ya entonces Ateneo Científico, Literario y Artístico, Emilio Castelar, con tan sólo veintitrés años, comenzó a destacar en la oratoria junto con Pí y Margall y otros compañeros del Partido Demócrata o ala izquierda de la Unión Liberal. Más tarde, y tras el cierre que sufrió en 1866, Castelar y Salmerón predicaban en sus salas la marcha de la humanidad hacia el progreso y hacia las tierras de la libertad y de la justicia".

La incorporación al Ateneo, en los primeros años de este siglo, de los pensadores, regeneracionistas y literatos del 98 hizo cambiar la muchas veces estéril oratoria por preocupaciones más directamente científicas, filosóficas e incluso políticas. Entonces comenzó la etapa más fecunda y "gloriosa" de esta institución con la aportación de personas de la significación de Ganivet, Marañón, Ortega, Unamuno, Maeztu.

En el Ateneo de Madrid también hablaron y discutieron en este tiempo los problemas de España Antonio Machado, García Morente, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Jiménez de Asúa. Por el Ateneo pasaban, además, intelectuales y escritores extranjeros como Paul Valèry, Marinetti, Claudel, puesto que junto con la Residencia de Estudiantes, también de Madrid, y la Institución Libre de Enseñanza era un lugar de cita obligatorio para historiadores y estudiosos. Una nube ensombreció este panorama "esplendoroso": la clausura decretada por el dictador Primo de Rivera. Era presidente Gregorio Marañón.

"El Gobierno ha resuelto clausurar el Ateneo de Madrid", decía textualmente la nota del Gabinete de Primo de Rivera, "y destituir de su puesto y cátedra a don Miguel de Unamuno y desterrarlo... La primera medida está fundada en la contumacia con que la citada sociedad viene dedicándose a hacer política estridente y perturbadora". Gran parte de los socios del Ateneo y no precisamente su junta directiva, que estaba encarcelada, salió a despedir a Unamuno a su paso por Madrid camino de su destierro en Fuerteventura. Manuel Azaña, para quien el Ateneo "fue su segunda casa" entre 1912 a 1932, ocupó la presidencia desde 1930 a 1932. En tan poco tiempo Azaña, a quien algunos ateneístas calificaron de reaccionario, saneó la economía, propuso una nueva reglamentación y lo acondicionó a las exigencias de los nuevos tiempos. Después de Azaña ocuparon la presidencia Ramón María del Valle Inclán, Augusto Barcia y Fernando de los Ríos (1934-1936), último presidente democrático.

Durante el franquismo el Ateneo no pudo recuperarse ni siquiera con el tono liberal que pretendió darle Fraga al poner al frente de esta institución a José María de Cossío. Ninguno de los otros intentos de pseudorrecuperación -incluido el de Carmen Llorca- dieron los frutos deseados. En el verano de 1980 el entonces ministro de Cultura Ricardo de la Cierva nombró una junta gestora y puso al frente de la misma a Fernando Chueca Goitia.

Previamente personas de la significación de Julio Caro Baroja, Antonio Buero Vallejo, Justino de Azcárate (que ahora se presenta en la candidatura de Chueca Goitia) y José Prat (que se retiró de la misma candidatura) hicieron gestiones, junto con otro grupo de socios, para normalizar el Ateneo. Esta era la idea central de Julio Caro Baroja al aceptar ser asesor del ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva.

Caro Baroja pensaba poner en marcha, además del Ateneo, la Institución Libre de Enseñanza y un museo. Al nombrar Ricardo de la Cierva la junta gestora del Ateneo sin ni siquiera consultar a su asesor, Julio Caro Baroja, aunque fue incluído en la lista, no sólo dimitió de la junta sino también como asesor del ministro. Además, se borró del Ateneo.

Los socios, marginados

Durante el período provisional del mandato de Chueca Goitia al frente de la junta gestora se reanudaron las actividades culturales de las secciones tradicionales pero no se ha dado a los socios ninguna participación en la gestión. Cuando ha tenido que responder en publico últimamente sobre este punto, Fernando Chueca ha explicado que durante este tiempo convocó una asamblea informativa de socios "pero que tuvo que desistir de mantener este tipo de contactos debido a que se convertían en una sesión de insultos por parte de algunos ateneístas hacia su persona o nacia algunos miembros de la junta gestora".Un sector numeroso del Ateneo piensa que la junta gestora no ha entrado en los problemas de fondo del Ateneo, que no ha abordado los principales problemas que tiene esta institución. Además de la ya señalada falta de contacto con los socios, muchos de éstos piensan que es necesario una auditoría de cuentas que determine el estado de los recursos, las fuentes de financiación con que cuenta o puede contar el Ateneo y las cantidades que recibe y ha recibido del Ministerio de Cultura.

Queda uno de los problemas más importantes: el de la biblioteca. La biblioteca del Ateneo de Madrid es la segunda de España en importancia, después de la Nacional, por el número de volúmenes, puesto que se va acercando al millón de ejemplares. Algunos socios han denunciado el hecho de que la junta gestora haya invertido casi todo el presupuesto en actos culturales "de galería, en caprichosas aulas" y haya descuidado la biblioteca.

En esta biblioteca, cuyo número elevado de volúmenes se explica porque a ella han ido a parar durante los años del franquismo las copias de los libros presentados a censura previa.

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