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Reportaje:

La política económica de Reagan no ha producido resultados espectaculares en su primer año en la Casa Blanca

La llamada nueva política económica del presidente Reagan cumplió ayer su primer aniversario y, sin que se pueda afirmar rotundamente que es un cumpleaños poco feliz, el panorama económico estadounidense está caracterizado por la entrada en una seria recesión, quizá de un alcance mucho más profundo que la última de hace tres años y que la derivada del primer choque petrolero de 1973-1974. La continuación de la recesión, y su previsible agravamiento, amenaza con crear fisuras en el equipo de Reagan y, hasta cierto punto, producir un giro importante en su política.

Estados Unidos tiene hoy el índice de parados más alto desde el final de la segunda guerra mundial, con la excepción del mes de mayo de 1975; la inflación presenta signos de moderación, pero insuficientes; la balanza de pagos se resiente de un dólar sorprendentemente alto y los tipos de interés se muestran a la baja, pero todavía están en niveles que hace unos años se considerarían excesivamente altos.Con todo, las perspectivas de una recuperación efectiva, espoleada por la moderación en los precios del petróleo, es hoy una esperanza justificada para mediados del año que acaba de comenzar, y si el sistema federal de la Reserva -que tiene en sus manos muchas de las claves de la coyuntura económica norteamericana- suaviza su política monetaria es muy posible que se produzca un fuerte boom a finales de año.

La primera confirmación de que la situación económica norteamericana era más débil de lo que muchos expertos temían se produjo a finales del verano de 1981, cuando el presidente Reagan, con su revolucionario programa económico, todavía sin aprobar completamente por el Congreso, se vio forzado a proclamar la entrada oficial en la recesión de 1981". La declaración no gustó mucho a los expertos norteamericanos e incluso algunos adujeron que Reagan estaba jugando a la política con sus recetas económicas.

La explicación de esta actitud se encuentra en el balance económico del primer semestre de 1981. Después de una recuperación espectacular a finales de 1980, la economía norteamericana entraba en la nueva presidencia de Reagan con un primer trimestre esperanzador, caracterizado por un notable incremento en la actividad económica que hacía presagiar un saldo favorable para todo el año, no sólo para la propia economía norteamericana, sino incluso para las occidentales que dependen de la locomotora estadounidense.

Pero el segundo trimestre del año ya empezó a mostrar la realidad cíclica de la estimulación que, quizá con la mente puesta en las elecciones de noviembre de 1980, había lanzado su predecesor, el presidente Carter. En este segundo trimestre, el producto nacional bruto (PNB), que había alcanzado cotas positivas cercanas al 10%, se hundió en una situación que se ha prolongado durante todo el año.

Así, se acaba el primer año de la presidencia reaganista con unas cifras que en un año electoral habrían sacado de la Casa Blanca al presidente más popular. En diciembre, el índice de desempleo era del 8,9% de la población activa, el más alto en los últimos 35 años, con excepción del mes de mayo de 1975. La recesión castigaba, sin embargo, mucho más duramente que en aquellos momentos. Entre los trabajadores manuales, el desempleo superaba la cota del 9%, y sus esperanzas de encontrar trabajo disminuían rápidamente a la luz de las expectativas y actividad empresarial, en su punto más bajo desde el final de la segunda guerra mundial.

Para el cuarto trimestre de 1981, los datos oficiales, hechos públicos ayer, estiman que la tasa de crecimiento del PNB ha descendido un 5,2%. Si a este porcentaje se le unen los malos resultados del segundo y tercer trimestres, la economía norteamericana acabará el año con un crecimiento del orden del 1,9%. El hecho de que el resultado haya sido positivo es, hasta cierto punto, un espejismo, ya que se debe al fuerte incremento del primer trimestre (un 8,6% en términos reales). Pero el problema ahora es influir sobre lo que va a pasar durante este año, ya que las perspectivas para el primer trimestre de este año son negativas.

La clave de la política monetaria

Lo que va a suceder este año dependerá, entre otros factores, de la política que siga el sistema federal de la Reserva, que preside el inflexible Paul Volcker. Si insiste en su política de controlar la masa monetaria, en lugar de actuar sobre los tipos de interés, es previsible que, sin una modificación fundamental de las previsiones de crecimiento de las disponibilidades del sistema, la recesión se prolongue y además se haga más profunda.Es evidente, sin embargo, que los tipos de interés, pese a la política monetaria tan restrictiva, están bajando. Pero esto se debe, obviamente, a la debilidad de la situación económica y, en cierto grado, de la baja de la tasa de inflación, a todas luces el único efecto positivo de la política del nuevo equipo económico que ocupa la Casa Blanca y la Oficina de Presupuesto de David Stockman.

El control de la inflación y el frenazo al ritmo de crecimiento del déficit público son, en estos momentos, los dos pilares de la llamada nueva política económica de Reagan. La actuación sobre la inflación se está centrando casi exclusivamente en el control de la masa monetaria, y en el frente del déficit, lo que se está haciendo es intentar regular su crecimiento por la política fiscal seudorrevolucionaria que se presentó, con mayor o menor preparación, ante el Congreso hace unos meses.

Pero esta política fiscal, a raíz de las explosivas declaraciones de Stockman a una publicación mensual, está en abierta reelaboración. Ni el recorte de los impuestos va a producir esa ansiada recuperación saneada de la que se hablaba ni la disminución de los gastos federales, centrada primordialmente en los programas sociales, va a hace caer ese déficit por debajo de los 43.000 millones de dólares originalmente estimados.

Los cálculos más creíbles hablan ahora de un déficit para el año fiscal de 1982 (que comenzó el pasado día 1 de octubre) superior a los 115.000 millones de dólares, circunstancia que ya ha empezado a producir estragos en los planteamientos gubernamentales. En primer lugar, el equipo de Reagan ha comenzado a hablar de mayores cargas impositivas para los próximos ejercicios -algo en franca contradicción con la filosofía liberal del candidato Reagan- y, por otro lado, se han renovado las tensiones en el sistema ante la eventualidad de un mayor recurso al crédito por parte del Gobierno federal, con el fin de financiar ese fuerte déficit acumulado, cuyos efectos perniciosos sobre la recuperación económica son evidentes.

La actuación del Gobierno en estos dos frentes es fundamental, por otra parte, para saber la evolución de los tipos de interés, especialmente en lo que respecta a su impacto sobre la demanda. No hay que olvidar que una de las causas de la actual recesión es, fundamentalmente, la contracción de las ventas ante una demanda fuertemente encogida por los tipos de interés. A este respecto basta recordar lo que ha sucedido en el mercado del automóvil y en el sector de la vivienda para saber hasta qué punto es importante que no se produzca una nueva explosión en los tipos de interés.

Por último, la evolución del dólar, fuertemente revalorizado por la política restrictiva y de saneamiento que se quiere impulsar en Washington, está comenzando a producir efectos sobre la balanza exterior norteamericana. En los meses finales del año, el alto valor del dólar ha provocado fuertes déficit en la balanza comercial y es previsible que éstos continúen de seguir fuerte el dólar. Para 1981 se calcula que el déficit comercial supere todos los récords y alcance los 45.000 millones de dólares, cantidad que superará la cifra de 1980.

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