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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fraudulenta división

Es lógico que Visconti se sintiera atraído por la legendaria figura de Luis II de Baviera, el rey loco, que, parece poder sintetizar por sí sólo lo que al director de Muerte en Venecia le obsesionaba en los últimos años de su vida: la solitaria situación de un individuo que ve descomponerse unos viejos sistemas de vida que dan paso a planteamientos que desconoce o que rechaza. Sin la complejidad de El gatopardo, Ludwig se acerca de nuevo a la descripción social de un ambiente en el que el último individualista se empeña en dar la espalda a la historia, y realizar su personalidad al margen de todos.La fascinación que siente Visconti por un hombre capaz de mantenerse firme en sus dudas y el rechazo que, al tiempo, le provoca su olvido de la comunidad éstán presentes de nuevo en Ludwig, aunque en esta ocasion no tenga esa dualidad un desarrollo dialéctico tan matizado como en El gatopardo y se limita sólo a las exposiciones verbales de algunos personajes. Hay más atención por la psicología del joven rey que por la situación histórica de su país. Es, pues, un enfoque distinto, más débil, si se quiere, pero conforme, por otra parte, con la estética de un autor que en cada plano, en cada secuencia, exprimía al máximo las posibilidades de la imagen.

Ludwig

Director: Luchino Visconti. Guión: Visconti y Enrico Mediolí. Diálogos. Suso Cecchi d'Amico. Fotografía: Arthando Nannuzzi. Intérpretes. Helmut. Berger, Romy Schneider, Trevor Howard, Silvana Mangano, Umberto Orsini, Sonia Petrova. Italo-franco-alemana. 1972. Local de estreno: Urquijo.

Un espectáculo admirable

Sigue siendo Ludwig un espectáculo admirable, el exponente de un barroquismo que, tras la muerte de su director, no tiene herencia fácil. Puede reprochársele en esta película la referencia constante a títulos anteriores suyos, la autoimitación de obras que ofrecieron los puntos más altos de su carrera. Pero aún sin conocerlas, Ludwig tendría suficientes datos para el asombro.Quizá eso ocurra ahora más que cuando se estrenó, en 1974. Los productores eliminaron entonces una hora de proyección. por considerarla poco comercial. El montaje resultaba sincopado, tenso. La ridícula intervención de los censores españoles había eliminado, por su parte, otros fragmentos, por lo que los españoles que conocimos Ludwig tuvimos sólo una idea aproximada de lo que Visconti había querido relatar.

Debe ser esta una película maldita porque tampoco ahora resulta fácil juzgarla. Repuesta en la versión de cuatro horas, ha sufrido por parte de los exhibidores españoles la manipulación de una división en dos partes que no corresponde al original y que nada tiene que ver con la estructura de la obra.

Los dueños de los cines han debido calcular que ingresan más dinero cobrando dos veces la entrada por ver una sola película. Han despreciado así a los espectadores, utilizando como partes distintas lo que no es sino la interrupción, con que los italianos castigan todas sus proyecciones para permitir que los espectadores acudan al bar.

Queda rota la comprensión de Ludwig. La segunda parte se proyectará cuando ésta salga de cartel, se nos aparecerá descolgada, olvidado el matiz, la composición dramática, la lógica. Tiempo más tarde, es de suponer que se le ocurrirá proyectarla seguida, como la entendió su autor, y será entonces el momento de enjuiciar con mayor serenidad este trabajo que, en otras ciudades del mundo, está teniendo ahora más éxito que cuando se proyectó mutilado por los productores que no creían en su comercialidad.

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