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Decrece la tensión en Polonia

Suprimida la censura para la Prensa extranjera en Varsovia, mientras continúa una débil resistencia en el cinturón industrial

El Ministerio de Asuntos Exteriores polaco anunció ayer la supresión de la censura para la Prensa extranjera acreditada en Varsovia y el restablecimiento del télex para las embajadas y consulados extranjeros en todo el país. En sus primeros despachos no censurados, las agencias internacionales informaron de las drásticas medidas tomadas para acabar con la resistencia obrera en la periferia industrial de Varsovia. Por su parte, el diario londinense The Times recogió ayer un comunicado en el que dirigentes de Solidaridad en la clandestinidad desmienten cualquier negociación con las autoridades militares.

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El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores polaco, Tadeusz Kokohorewicz, pidió a los periodistas extranjeros en Varsovia que se autocensurasen, y advirtió que las autoridades reaccionarán si algunas informaciones presentan conscientemente una visión deformada de la situación real.Kokohorewicz, que prometió también el mantenimiento de contactos regulares entre la Prensa y las autoridades, confirmó que el teléfono será paulatinamente restablecido dentro del país a partir de hoy, pero no se comprometió a fijar una fecha a partir de la cual los corresponsales extranjeros podrán desplazarse libremente por el país.

Las líneas particulares de las agencias internacionales de Prensa no han sido, sin embargo, restablecidas, y todos los periodistas que deseen transmitir deben llevar sus crónicas a la cabina de télex del centro de Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Ocho intelectuales comunistas polacos hicieron el viernes un llamamiento al primer ministro polaco, general Jaruzelski, pidiéndoles que levante la ley marcial, anunció ayer la BBIC británica, que citó fuentes polacas fidedignas. La emisora de radio no dio los nombres de los ocho intelectuales, pero aseguró que se trataba de personalidades eminentes.

El ejemplo de Ursus

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Drásticas medidas han sido tomadas para acabar con la resistencia al estado de sitio en las empresas militarizadas de Polonia, según el testimonio de un obrero de la fábrica de tractores de Ursus, en la periferia industrial de Varsovia.Informaciones independientes, pero sin confirmar, afirman que la fábrica sólo produjo un tractor en la segunda quincena de diciembre, tras la intervención de las fuerzas de orden público contra los obreros huelguistas.

La televisión, por su parte, aseguró ayer que la producción ascendió a noventa tractores diarios el 30 de diciembre. Normalmente se sitúa en 230 unidades cada día. El alcalde de Varsovia, Jerzy Majewski, precisó que la producción ascendía ahora a 208 unidades.

Interrogado sobre estas diferencias en las cifras, un obrero de Ursus se declaró incapaz de hacer la más mínima evaluación sobre la producción real de la fábrica, ya que la comunicación entre los talleres, custodiados por militares, era ahora inexistente.

Antes, añadió el mencionado trabajador, la cifra de tractores fabricados era anunciada en un gran cartel para incitar a incrementar los ritmos de producción, pero ahora el cartel ha desaparecido y ningún obrero sabe lo que ocurre en el taller de al lado.

El funcionamiento de la fábrica deja mucho que desear, por falta de materias primas, piezas de recambio y la desorganización del sistema de cooperación entre las empresas, al no poderse comunicar por teléfono o télex. El sabotaje, añade el trabajador, no se practica, ya que bajo el régimen de la ley marcial la negativa a ejecutar órdenes puede acarrear una condena de tres años de cárcel.

Además, para intimidarles, se considera a los trabajadores responsables de la suerte de los 80 miembros del comité sindical de la fábrica detenidos cuando convocaron la huelga. Esta amenaza ha paralizado cualquier esbozo de protesta después de la huelga.

La única manera de que los trabajadores pueden expresar su descontento sin padecer sanciones consiste en cambiar de mesa en la cantina de la empresa cuando un miembro del 1 partido comunista se sienta al lado suyo.

Testimonios concordantes parecen indicar que la actitud de los obreros de Ursus, protagonistas de la rebelión obrera de junio de 1976, es sintomática de la de la mayoría de los trabajadores de las demás fábricas del país.

En la fábrica de automóviles FSO, de Eeran, en la periferia noroeste de Varsovia, la producción ha sido estimada por un obrero en unos diez vehículos al día. Normalmente se fabricaban 350 diarios y, en período de crisis, doscientos. El trabajo es lento y mediocre, y gran parte de la producción es rechazada por los controles técnicos de calidad.

En la industria siderúrgica de Varsovia, la resistencia se manifiesta mediante una huelga de celo Según un testigo, los responsables de la calidad en una unidad de tratamiento de semiproductos aplican escrupulosamente los criterios de selección, y rechazan todo aquello que antes era comercializado, a pesar de presentar pequeños defectos. Esta actuación paraliza a varios talleres.

En la fábrica de instrumentos de óptica PZO, de Varsovia, varios testigos señalan que el manejo de algunos aparatos exige un utillaje a veces incompleto. Anteriormente, los obreros solían fabricar por iniciativa propia los elementos que faltaban, aunque esto no fuese de su incumbencia, con tal de poder trabajar. Ahora se niegan a hacerlo, y han escondido los elementos que anteriormente fabricaron.

Ninguna detención por perturbación del funcionamiento normal de las empresas ha sido señalada desde principios de año. Esto parece indicar que la oposición huelguística al régimen ha cesado.

El jueves, en Varsovia, un tribunal absolvió por falta de pruebas a cuatro obreros de FSO acusados de haber fomentado una huelga en diciembre. Otros sindicalistas fueron, sin embargo, condenados a tres años de cárcel.

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