El ajedrez de Oriente Próximo
ARABIA SAUDI vuelve a insistir en el plan Fahd en busca de una solución que su autor imagina permanente para la situación general del Oriente Próximo. Insistencia que se produce precisamente en el momento en que Egipto nombra un nuevo Gobierno y en que el Consejo de Seguridad celebra unas reuniones más bien evanescentes sobre el tema de la anexión forzada de la zona del Golán por Israel. El plan Fahd fue apenas tomado en consideración: Israel vio en él, con alguna inquietud, un reconocimiento de los palestinos, y éstos, el reconocimiento de Israel. Presentado en la reunión de la Liga Arabe en Marruecos, su efecto fue disolverla en poco más de una hora, y los delegados huyeron a Sus respectivos países antes de comprometerse en exceso. Por su parte, los países que forman lo que por algo se llama Frente del Rechazo, manifestaron su más enérgica condena. Por todo ello, si Arabia Saudí. vuelveahora a insistir en ese plan, es, sin duda, porque cree que algo ha cambiado en la zona. Egipto no es el mismo que era con Sadat, aunque sólo sea porque ya no está Sadat. El cambio de ministro del Interior se atribuye oficialmente a que no supo prever y detener el atentado que mató a Sadat, pero este ministro fue el que procedió a las detenciones y a las represiones que precedieron al asesinato. Y Mubarak está entablando nuevas relacionés con la oposición religiosa y con la izquierda. De hecho está soltando prisioneros y relajando la dictadura, dentro de ciertos límites.No es un cambio de frente, pero quizá pueda pensarse que el asesinato de Sadat no ha sido enteramente inútil y que pertenecía a un plan que acaso se esté cumpliendo de una manera invisible. No sería el primer caso de un golpe de Estado sumergido (¿fue así el que comenzó matando a Kennedy y alteró toda la política exterior de Estados Unidos?). En ese caso, Egipto, hoy todavía irradiado de la comunidad árabe, podría empezar por sumarse a un plan moderado y empezar por participar en la diplomacia de Arabia Saudí. Un principio de bloque; naturalmente, bien visto por Estados Unidos, que ya ayuda con fuerza militar y económica a los dos países. Según dice ahora Arabia Saudí, Israel aparece más comprensivo que antes para su plan: quizá porque crea que en él hay algunas oportunidades que puedan perderse si Egipto cambia de frente, o también porque el momento en que Arabia Saudí lo pone de nuevo en circulación es posterior a su anexión del Golán y podría legalizarla; sobre todo, si el Consejo de Seguridad se limita, como Estados Unidos, y por su veto o por su influencia, a condenas morales y no a sanciones auténticas.
Paralelamente hay también una cierta aproximación de Libia a Arabia Saudí. Gadafi siente de cerca las fauces de Estados Unidos, y el intento de crear un Estado unico con Siria y con Argelia tiene muy pocas probabilidades de éxito. Libia ha reanudado sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudí -el 1 de enero-, y hay una tendencia de los países del Frente del Rechazó a buscar unos puntos comunes con los moderados, y viceversa. En el fondo de todo está el crecimiento del islamismo, que busca, como en los viejos tiempos, una patria coránica por encima de las nacionalidades; un movimiento de base al que temen, lógicamente, más los moderados que los radicales, que creen encarnarlo (y probablemente se equivocan). La política árabe es tradicionalmente coyuntural y de un realismo que puede variar en cualquier momento si los vientos cambian: una estrategia sutil. Por algo son los inventores del ajedrez. No dejan de presenciar cómo la fe chiita va saliendo adelante en Irán, pese a todos los atentados y todas las resistencias; y cómo en sus propios países se está volviendo a los usos y costumbres coránicos, y a un apartamiento de Occidente en el cual incluyen, con toda naturalidad, a la Unión Soviética y al comunismo, que después de todo son formas de vida y dominación inventadas por occidentales y por judíos.
Todo lo que está sucediendo ahora en Oriente Próximo permite, por su misma naturaleza las conjeturas y las suposiciones. Y quizá a Estados Unidos le convenga hoy la idea de que el oriente árabe esté gobernado por un movimiento autóctono, nacido de sus propias raíces y de su contemplación de la vida, a condición de que rechace a la URSS y acepte a Israel. Son las posibilidades que ofrece el plan Fahd. Lo difícil, lo más difícil de todo, es suponer que a largo plazo el mundo islámico, y especialmente los países comprendidos en la zona. concreta en que están Israel y el petróleo -dos realidades tangibles-, vaya a transformarse sin unas revoluciones populistas y religiosas como la que está atravesando Irán. Es algo que tratan de conjurar simultáneamente Israel, Estados Unidos, los países de monarquías feudales tradicionales, las repúblicas moderadas y hasta el Frente de Rechazo.
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