Imaginación delirante
Son cada día más inusuales las películas imaginativas, es decir, las que basan su principal atractivo en la capacidad de invención. El breve movimiento norteamericano de imitación que ahora protagonizan algunos jóvenes directores está bien lejos de emular con seriedad las obras clásicas del género fantástico e igualmente lejos de convertirse aisladamente en buenas películas. Se limitan a reproducir moldes ideados con anterioridad y aunque se realicen con los grandes medios técnicos que el cine ya permite, se olvidan de proponer nuevas imágenes, ideas que sorprendan y sugestionen.Por eso la aparición de una película como Los héroes del tíempo llega a entusiasmar a los seguidores de la fantasía cinematográfica. Aunque también es inevitable que a la memoria del espectador lleguen referencias de títulos como Los cinco mil dedos del doctor T. Zardoz, Alicia en el país de las maravillas y hasta 2001, hay suficiente originalidad en Los héroes del tiempo como para convertirla en una muestra nueva y única del género.
Los héroes del tiempo
Director: Terry Gilliam. Guión: Michael Palin y Terry Gilliam. Canciones de George Harrison. Intérpretes: John Cleese, Sean Connery, Shelley Duvall, Ian Holm, Ralph Richardson, David Warner, Peter Waughan. Inglesa, 1981. Aventuras fantásticas. Locales de estreno: Cid Campeador y Cartago.
La publicidad insiste en el nombre de los Monty Phiton como autores de la película, queriendo así confundirla con los ejercicios de fin de curso propios del grupo, tales como La vida de Brian o Los caballeros de la mesa cuadrada. Nada que ver con ellas. Los héroes del tiempo ha sido dirigida por un solo miembro del colectivo, Terry Gilliam, independizado del afán por hacer reír con caricaturas tan simples. Gilliam reduce su humor a una crítica ácida e ingeniosa que ilustra inteligentemente la fascinante narración.
Nada menos que Dios y el diablo son las claves básicas de esta historia; están vistos con ojos tan irreverentes como divertidos. Huyendo de ellos, seis enanos ladrones -Los bandidos del tiempo es el título original-, acompañados de un niño soñador, atraviesan varios momentos de la historia ayudados por un mapa que han sustraído al que llaman con terror el Ser Supremo.
Napoleón, Robin Hood (que se parece enormemente a Margaret Tahtcher), el Minotauro, el Titanic, ogros perversos y doloridos por el lumbago y mil fantasías más acompañan a los siete protagonistas en su búsqueda de los agujeros del tiempo. Sutilmente, el director desliza una corrosiva versión de la independencia infantil; sólo la estúpida muerte de sus estúpidos padres devuelve al niño protagonista a su propia realidad. Cuanto soñó era cierto, cuanto vio fue real. Sólo los padres dejaron de enterarse.
No está, sin embargo, en la filosofía de la película su principal atractivo. Gilliam ha construido una historia tan abarrotada de quimeras que sorprende continuamente, sin dejar reposar la imaginación. La ironía se funde con lo anárquico; lo soñado, con una semioculta declaración de libertad.
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