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Reportaje:MUSICA

Centenario de Angel Barrios, compositor granadino y colaborador de los hermanos Machado

La ópera "La Lola se va a los puertos" no ha vuelto a representarse desde su estreno

El día 4 se han cumplido cien años del nacimiento del compositor granadino Angel Barrios (1882-1964). Con ser un excelente músico fue, para Granada y los granadinos, algo más: un personaje tan inseparable de la vida de la ciudad como, desde otro punto de vista, lo fuera su padre, Antonio Barrios, el Polinario, quien, al decir de Santiago Rusiñol, tenía tres virtudes raras en un tabernero: era un gran cantaor de flamenco, entendía de pintura y no solía echar agua al vino.

La conmemoración centenaria de Angel Barrios se inició el lunes con una misa cantada en Santa María de la Alhambra, en la que la parte musical corrió a cargo del Coro Manuel de Falla, de la universidad, que dirige su fundador, en 1973, Ricardo Rodríguez.Todos los asistentes visitaron luego el Museo de Angel Barrios, inaugurado hace tres años (véase EL PAIS de 9 de julio de 1978), y en el que el rector, Antonio Gallego Morell, ha introducido notables mejoras. En el festival internacional tendrá lugar una conferencia-concierto a cargo de Gallego y de intérpretes que nos traerán los sonidos granadinos de Barrios.

Formado en Granada con Antonio Segura -que fuera maestro de música de García Lorca, por lo que dedicó a su memoria las Impresiones y paisajes-, Angel Barrios trabajó en París con Gedalge, en Madrid con Conrado del Campo, y estuvo siempre cerca de Manuel de Falla. El autor de El amor brujo interpretó en Londres la Zambra en el Albaicín en 1921. «La toqué», escribe Falla a Barrios, «lo mejor que pude, después de haberla estudiado bastante. En fin todo marchó muy bien».

Entusiasmo por Granada

Tenía Barrios un afable don de gentes y sentía por su Granada un entusiasmo superlativo. Hasta cuando vivía en Madrid estableció su tertulia en el café Alhambra. Relacionado con las más destacadas personalidades musicales de España y de fuera de España, la correspondencia era constante y excedía las gestiones en favor de su Trío. Iberia -que formaba con Altea y Devalque-, que tanto éxito alcanzó en los medios parisienses. Una y otra vez el tema es Granada.Hay una carta del compositor catalán Roberto Gerhard -que estudió con Pedrell y Schönberg- escrita el mismo año 1921, y hasta ahora inédita, que merece la reproducción:

«Valls, 15 de noviembre de 1921.Mi querido amigo Barrios: A pesar de mi largo silencio estoy seguro de que no habrá usted podido pensar que le haya olvidado; antes bien, los días de Granada y las horas pasadas con ustedes reviven cada día con más intensidad y más simpatía. La causa de esta tardanza en escribirle ha sido la siguiente: se puede decir que desde mi regreso de Madrid hasta ahora no he tenido casa propia. No sé si le conté ya en Granada mi proyecto de trasladarme al Campo, cerca de Tarragona, es decir, en el egregio campo de Tarragona, único paisaje en el mundo que, para mi sentimiento, es más bello que la Vega granadina: único, digo, ya que después del Campo no admito tampoco que haya otra maravilla como la Vega.

Estuve, pues, tres semanas danzando por Tarragona y sus alrededores, por Tamarit, Constantí, Altafulla y todos esos pueblos de la costa, color de Roma, y por fin encontré la casa soñada en medio del Campo, no muy lejos de Valls, una franja de cobalto mediterráneo y un horizonte, un inmenso y rítmico perfil de sierras azules por,los oteros, en medio del oro encendido de la viña, del avellano en flor, color de tabaco, y rodeado de zonas de almendros que en enero transforman el paisaje en una fina y lírica estampa japonesa. Aquí estoy, pues, instalándome. Catorce cajas de libros estuve facturando el otro día de mi antigua casa de Barcelona, hoy me traen el piano Beclistein, y ya la semana próxima empezaré a trabajar.

Aquí tiene, pues, su casa, y espero que no ha de faltar ocasión para hacerle venir a Barcelona por asuntos profesionales y, de regreso, retenerle aquí unos días. Quizá esta ocasión se presente con el próximo viaje de Falla a Barcelona, su concierto está prometido y aquí no se olvida. Déme usted noticias de Falla. Supongo que habrá sido operado con todo el éxito que todos deseamos. Inútil decirle lo muchísimo que le agradeceré me tenga al corriente de su convalecencia.

Y usted, quenido Angel, no tome ejemplo de mi tardanza para contestarme. Cuénteme qué es de su vida, sus trabajos, sus proyectos, sus viajes y excursiones, Preparen ustedes lo de Semana Santa, recuérdeme afectuosamente a su padre y reciba un abrazo ce rdial de su afectísimo amigo, Roberto Gerhard».

El teatro: de "El Avapiés" a los puertos

Se ha escrito mucho, demasiado quizá, sobre la condición guitarrística de la música de Angel Barrios, cosa que, entre paréntesis, agradaba mucho al compositor. Músico de instinto, bien situado en los ambientes literarios, Barrios sentía una fuerte inclinación por el teatro.Si es verdad que su obra escénica -zarzuelas y óperas- tenía las más veces asunto y ambiente- andaluz, no lo es menos que procuraba sobrepasar la pintura localista. En 1919, la ópera El Avapiés, se estrena en el teatro Real. La partitura, escrita en colaboración con Conrado del Campo, como La romería, obtuvo una buena acogida en la versión que dirigió Fernández Arbós a los cantantes María Gay, Ofelia Nieto y Antonio Cortis.

La boda, Granada mía, La vendi mia, Castigo del cielo y La Alpujarra anteceden al más importante empeño operístico de Angel Barrios: La Lola se va a los puertos, adaptación de la comedia de Manuel y Antonio Machado, realizada por Rafael y Guillermo Fernández Shaw.

Subió a la escena del Liceo de Barcelona, la noche del 17 de diciembre de 1955, en unión de otra primera mundial, la del ballet de Victoria Kalimi y Joaquín Rodrigo, Pavana real. Pintó los bocetos José Castells, dirigió la escena Juan-Germán Scliróder, y la música, Rafael Pou. En el reparto figuraban Toñy Rosado, Pilar Torres, Carlos Munguía, Manuel Ausensi y Joaquín Deus. Los bailarines Aurora Pons y Juan Magriñá encabezaron el ballet que lució, de modo particular, en el zapateado, la zambra y el garrotín.

Como tantas otras veces en la música española -recordemos Marina o Las golondrinas-, La Lola se va a los puertos nació como zarzuela en el teatro Albéniz, de Madrid, el año 1950, y recibió el premio a la mejor obra lírica, concedido por el Ministerio de Educación.

Esta idea de musicalizar la generalmente considerada mejor pieza teatral de los hermanos Machado no era nueva. Existe correspondencia entre los Machado y Angel Barrios desde 1934, y ya entonces los poetas, como si adivinaran la tragedia que se avecinaba, apremiaban al músico que, sin duda, tenía conciencia de la responsabilidad que suponía enfrentarse con el libreto de Antonio y Manuel.

Barrios y los Machado, se conocían de antiguo, cuando la casa del Polinario y de su hijo Angel era punto de cita granadina para García Lorca, Villaespesa, Rusiñol, Sorolla, Falla, Zuloaga, Mir, Casas, Ortiz, los Machado, Segovia, Viñes, Lanz, Llobet y hasta el mismísimo Nijiriski, como nos cuenta Agustín de Valdivieso en su nota de programa para el estreno de La Lola.

Ese alma de lo jondo, determinante de la acción dramática en tomo a un personije de tan singular psicología como La Lola (trasunto meridional de Guiomar, según Pilar de Valderrama), encontró en la invención fluida de Angel Barrios acentos veraces y expresivos. La Lola es una ópera que muy bien merece los honores de la reposición por sus méritos intrínsecos y como triple homenaje a Manuel y Antonio Machado y al compositor Angel Barrios.

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