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La crisis polaca

Decepción en Varsovia ante las reacciones en Occidente

La reacción de los Gobiernos occidentales ante la proclamación del estado de sitio en Polonia ha sido recibida con sorpresa, decepción y susceptibilidad por las autoridades polacas, señala la agencia France Presse desde Varsovia, en una información visada por la censura.Desde el 13 de diciembre, tres han sido las ocasiones en las que personalidades del Gobierno han recibido a los embajadores de los países occidentales para explicarles las razones por las que se ha impuesto la ley marcial en el país, pero al parecer ninguno de estos encuentros ha servido para disipar la incomprensión entre Polonia y sus vecinos del Oeste.

El general Jaruzelski, en persona, volvió a la carga el jueves en el discurso radiado con motivo de la Nochebuena, cuando se dirigió a los "círculos extranjeros" que "hace apenas quince días aconsejaban a los polacos volver al trabajo y restablecer el orden y la disciplina, y que hoy se lamentan ruidosamente ante unas medidas que han sido adoptadas, precisamente, para alcanzar esos objetivos".

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Los occidentales, explicaba recientemente el asesor de un general, "no han entendido nada de nuestra política, que ellos representan sobre la base de motivos humanitarios, lo que aún puede aceptarse; pero nos amenazan con represalias económicas, lo que podría arruinar nuestra política de apertura".

De hecho, la gran angustia de las autoridades polacas es ver cómo se cierra completamente el grifo de los dólares, que aún goteaba durante las últimas semanas. A falta de nuevos créditos, la maquinaria económica amenaza con paralizarse. El problema no es convencer a los trabajadores para que no vayan a la huelga, sino disponer de trabajo para ellos.

Si las represalias económicas anunciadas por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, han provocado un hondo resentimiento en los medios dirigentes polacos, mucho más duro ha sido el golpe recibido como consecuencia de las declaraciones efectuadas por el presidente francés, François Mitterrand, al finalizar la reunión del Consejo de Ministros de la semana pasada.

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Los polacos siempre han considerado a Francia como su interlocutor político privilegiado en Occidente. La caída de Edvard Gierek en el otoño de 1980, seguida de la derrota electoral de Valéry Giscard d'Estaing, no modificaron en absoluto las relaciones entre los dos países.

Este brusco enfriamiento de las relaciones franco-polacas inquieta aún más a los dirigentes de Varsovia, dado que París juega el papel de coordinador en el seno del grupo que negocia la deuda exterior polaca y fue el principal impulsor de la ayuda alimenticia concedida por el Mercado Común.

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