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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Meditación sobre los altos del Golán

El Gobierno de Israel ha decidido la anexión de los altos del Golán, en Siria, de los que se apoderó por las armas en junio de 1967. Desde esa fecha, los judíos no sólo no se han movido de allí militarmente, sino que han arraigado civilmente. Esta anexión está contra los acuerdos de Camp David y la resolución de las Naciones Unidas en favor de la devolución por Israel de todos los territorios conquistados por las armas. Israel se ha determinado a ello por razones estratégicas militares, dada la posición dominante sobre el territorio israelí (Galilea) que tienen esos altos que ya se han hecho famosos. La estrategia política ha sido el aprovechar el asunto de Polonia.Este es el fundamento militar del caso. Pero hay una justificación mucho más interesante. Este territorio -dice el Gobierno de Israel- fue un regalo de Moisés a los levitas como un lugar de refugio "en el lado en que el Jordán se vuelve hacia el sol levante". Todas las tensiones y querellas entre israelitas y árabes, entre Moisés y Mahoma, eran sobre la tierra palestina, ahora se han extendido a la tierra siria. He aquí los antecedentes históricos de la reivindicación judía de esos territorios.

Tierra palestina

Los judíos consideran suya la tierra palestina porque Yahvé-Dios dijo a Abraham: "Vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré" (Gén. 12,1). Abraham -padre de los creyentes- salió de Ur de los caldeos y marchó a la tierra que Yahvé le había de mostrar. Esta tierra era Palestina. Y era y es una franja estrecha de territorio fértil entre el Mediterráneo y el desierto. Y constituía -y constituye- la vía de comunicación territorial entre Asia y Africa.

Abraham llega a la tierra de Canaán hacia el año 2000 antes de Cristo. Los patriarcas -Jacob, nieto de Abraham, y sus doce hijos- se establecen en Egipto, movidos por el hambre en Canaán, hacia el año 1700 antes de Cristo, y sus descendientes permanecen en tierra extraña, esclavizados, unos cuatrocientos años. En Egipto, el pueblo de Israel toma cuerpo y conciencia de su identidad, manteniendo la fe monoteísta de Abraham frente a la multitud de los dioses egipcios. El éxodo, la liberación por Moisés de la esclavitud egipcia, tiene lugar entre 1250 y 1225, y después de cuarenta años por el desierto del Sinaí -donde tendrán lugar los acontecimientos que marcarán de manera indeleble al pueblo hebreo, sobre todo la promulgación de los diez mandamientos-, Josué, no Moisés, al frente de los supervivientes y des cendientes de los israelitas que atravesaron el mar de las cañas a pie enjuto, invade Palestina entre 1200 y 1220 -más o menos la época de la guerra de Troya.

Despues de quinientos años, lo israelitas están, pues, de nuevo en Pelestina, tierra prometida, la tierra que mana leche y miel, pero -ahora no como pastores nómadas, sino como un ejército que, para establecerse, tiene que vencer y desplazar el enjambre de pueblos que la ocupan. Es una lucha cruenta e interminable, sobre todo contra los pueblos del mar, los filisteos, de donde deriva el hombre de Palestina.

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Presencia romana

Con la llegada de los romanos, el reino de los judíos en la tierra prometida va a desaparecer de la historia durante casi veinte siglos Desde antes del nacimiento de Cristo, los romanos se harán presentes en Palestina a través de una serie de procuradores, uno de los cuales, Poncio Pilato, condenó a Jesucristo a la crucifixión. Pero la mala administración romana provocó constantes revueltas y disturbios. Estos llegaron a ser tan graves que, en el año 67, Vespasiano, el futuro emperador, hubo de venir a Palestina con su hijo Tito, con unas fuerzas de alrededor de 67.000 hombres. Jerusalén es destruida y se produce lo que parecía una diáspora definitiva. Palestina se convierte en una provincia del imperio romano. El reino de Israel muere de muerte violenta.

La irrupción de los árabes en Palestina, o mejor dicho del Islam, porque los árabes no entran en la historia hasta que el Islam les da una nueva alma y un nuevo cuerpo, tiene lugar en la primera mitad del siglo VII. El islamismo es la religión promulgada por Mahoma, y el sentido de la palabra es el de "sometimiento a la voluntad de Alá". Mahoma nace el 570 y muere el 632. Según la tradición, la palabra de Dios le fue revelada durante una meditación nocturna por el arcángel Gabriel. En el 622 se ve obligado a huir, para salvar su vida, de la Meca a Yatrib, que se convirtió en la ciudad del profeta y tomó el nombre de "Mediria". Esta fecha marca un punto decisivo en la vida de Mahoma. El predicador que había sido hasta entonces se convierte en político y gobernante, para llegar a ser muy pronto un líder militar que rápidamente ganó el control de Arabia, teniendo Medina por capital. Palestina y toda Siria pasan a manos musulmanas. Desde entonces, año 638, excepto el paréntesis de las Cruzadas, esa área es una tierra islámica con una mayoría étnica árabe y enclaves minoritarios cristianos y judíos.

Sionismo

La revitalización del sionismo comienza en el siglo XIX, promovida sobre todo por el vienés judío Teodoro HerzI. En 1896, Herzl publica su libro El Estado judío, propugnando un Estado autónomo judío, a ser posible en Palestina. Las colonias judías en esta tierra, financiadas por el barón Rothschild, empiezan a multiplicarse ya antes de la primera guerra mundial. El movimiento sionista, de regreso a Palestina, fue mantenido vivo por el doctor Haim Wizmann. En 1917, Arthur Bolfour, ministro de Asuntos Exteriores de Inglaterra, escribe a lord Rothschild, prometiéndole la ayuda británica para el establecimiento en Palestina de un hogar para el pueblo judío "que no perjudicara los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina". La declaración de Balfour, asumida por Francia, Italia y Estados Unidos, respaldó oficialmente el movimiento sionista, intensificándose una contra-diáspora, un movimiento de retorno al hogar originario, la "tierra prometida".

Inmigración

A través de violencias y turbulencias constantes, y de una irregular pero persistente inmigración y radicación judía en el territorio en 1948 se proclama el Estado de Israel, que es reconocido de facto inmediatamente por el presidente Truman, y pocos días más tarde, de jure, por la URSS. Los acontecimientos subsiguientes, las guerras de 1956, de 1967 y de 1973 forman ya parte del presente. El Estado de Israel, a través de "sangre, sudor y lágrimas", porque con esa clase de tinta se escribe la historia, apoyado en el sionismo internacional y respaldado por Estados Unidos, forma incuestionablemente parte de la realidad internacional integrando una de sus zonas más conflictivas.

El problema del petróleo, uno de los más grandes problemas vigentes, nace del enfrentamiento arábigo, o mejor islámico con el nuevo Estado de Israel. Es verdad que en seguida se independiza y se sustantiviza de tal manera que, aunque el Estado de Israel fuese raído de la tierra de Palestina, el petróleo caro seguiría siendo una constante del problema energético mundial. El abuso que se ha hecho durante decenios de una materia tan rica, tanto en su bajo coste como en su despilfarro, así como la codicia de los países que lo monopolizan, ha contribuido, todo ello, a la escalada de los precios, pero originariamente el petróleo aparece como una nueva arma a usar en el enfrentamiento religiosos entre Moisés y Mahoma; como una consecuencia de la implantación judía en Palestina.

La enseñanza que hay que extraer de este complejo asunto, es que, en un mundo en gran medida secularizado y materializado, la vertiente religiosa del ser humano sigue teniendo una gran trascendencia. La "tierra prometida" hace unos 4.000 años no ha prescrito en el alma del judaísmo universal y, paralelamente, la reislamización de países que hasta hace bien poco aparecían como postrados y orillados en la gran corriente de la historia son hechos bien deslumbrantes.

El ayathollah Jomeini ha derrocado con el Corán en la mano a uno de los ejércitos más potentes -a su escala- de los tiempos presentes, como era el del sha de Persia, sin que el uso fanático y sangriento de este poder quite significación al hecho mismo de la victoria de la fe sobre la fuerza. El caso polaco es también como un clamor que se alza al cielo. Esos huelguistas rezando arrodillados a las puertas de las grandes fábricas de un régimen comunista tan fuertemente implantado como el de Polonia es algo que, precisamente en estos momentos, debiera dar mucho que pensar a los que no ven en los problemas humanos más que las dimensiones materiales e interesadas de tejas abajo. Está claro que tan evidente es que el hombre vive de pan, como que "no sólo de pan vive el hombre".

Antonio Garrigues Díaz-Cabañete es embajador.

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