Surgen focos de resistencia contra el Consejo Militar polaco
El Consejo Militar de Salvación Nacional de Polonia se esfuerza por demostrar que controla la situación y que la vida transcurre con normalidad; pero ya han surgido los primero focos de resistencia obrera. El cierre total de las transmisiones de noticias hacia el exterior demuestra la inseguridad de las autoridades militares polacas.
Radio Varsovia, la única fuente de información aparte de algunos testimonios directos de viajeros, insiste cada hora en que "reina tranquilidad total" y que "la inmensa mayoría" de los trabajadores acudió al trabajo, incluso algunos que estaban de vacaciones. También dice la emisora que, "en general", se trabaja en todas las fábricas. La televisión polaca muestra imágenes que dan sensación de tranquilidad, con soldados que patrullan pacíficamente por las calles.La tranquilidad es engañosa, porque a través de los comunicados de la única emisora en funcionamiento, en forma dosificada, se habla de "agitadores irresponsables", "nerviosismo en algunas regiones" del país, y advierte contra los que se opongan, lo que deja entrever la existencia de una resistencia contra el golpe militar.
Cada vez es más patente el carácter militar de la intervención, algo insólito en los países del llamado socialismo real. Ayer se cumplió el 35º aniversario de la fundación del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), y el hecho tuvo una mención secundaria en la radio. El jefe del Consejo Militar, general Jaruzelski, es el primer secretario del POUP, pero esto ya ni se menciona; sólo su condición de general y presidente del Consejo de Salvación Nacional.
Probable enfrentamiento
La dictadura militar polaca necesita triunfos rápidos si quiere evitar el surgimiento de una fuerte resistencia, y, aunque los consiga, va a ser muy difícil evitar un enfrentamiento con derramamiento de sangre. De momento se asegura que en Polonia el suministro de leche ha mejorado y que se pusieron a la venta veinte toneladas más de pan. Con estas medidas, el Consejo Militar trata de ganarse simpatías de aquella parte de la población que empezaba a estar harta y desencantada de las penalidades de la vida cotidiana; pero esto no será suficiente, porque los problemas del país no son sólo de unos kilos más o menos de pan.
Los primeros focos de resistencia han surgido en las regiones mineras de Silesia, en la zona industrial de Lodz, en el cinturón industrial de Varsovia y en los astilleros del Báltico. Al encerrar a los líderes del sindicato Solidaridad, las autoridades militares han dejado al movimiento sin cabeza. Todavía no está claro si el presidente de Solidaridad, Lech Walesa, está arrestado o negocia, pero el sindicato ha quedado abandonado a su suerte, lo que abre el camino a acciones espontáneas. En definitiva, al enfrentamiento, como ocurrió en el Báltico el año 1970, donde no hubo una dirección del movimiento popular de rebelión.
Las autoridades militares pueden crear una situación de orden aparente en el país, pero será difícil que puedan obligar a trabajar a los obreros polacos, y no habrá suficientes soldados para poner uno detrás de cada trabajador.
Los militares se apuntaron un primer tanto con su perfecto golpe de Estado. Solidaridad estaba preparada para la lucha contra las medidas de excepción, que iban a ser discutidas en un largo tira y afloja, pero no pudo afrontar la declaración de estado de guerra, con una serie de medidas que todo Ejército tiene siempre dispuestas en los cajones de los estrategas.
Hasta el momento, la eficacia del golpe fue total y las medida aplicadas fueron radicales, como corresponde a un plan de guerra; pero esto no basta para un país que tiene que vivir y trabajar en paz. El corte total de la información, incluso con los países del este de Europa, representa un hecho sin precedentes, siquiera cuando la invasión soviética en Checoslovaquia. Esto es un síntoma de la inseguridad de los militares polacos, de su temor ante la presencia de testigos incómodos
Esta debilidad del Consejo Militar polaco es la que puede llevar a la catástrofe, en el momento en que la simple presencia de los hombres de uniforme no sea suficiente y tengan que recurrir al empleo de la violencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.