Joe Cocker, encontrar a un viejo amigo
Fue algo tierno y bello. Joe Cocker, un blanco de voz rota, un héroe de la intensidad y de la vida salvaje, vino a cantarnos cuando ya casi no puede, cuando esa voz se ha roto demasiado, cuando su música apenas sirve para el recuerdo. Y, sin embargo, fue bello.Porque en el pabellón del Real Madrid se dio cita anteayer una generación que empieza a encanecer, un público homogéneo que acudía allí con esperanza y miedo. Joe Cocker era como esas mismas esperanzas, algo que sufre y se casca, pero se resiste a abandonarnos. Es la valiente pelea del perdedor, del que ya no va a llegar más allá, pero se mantiene a duras penas en pie, en un lugar que es sólo suyo y de tanta gente que en vez de ahogarse en alcohol va siendo ahogada en mediocridad.
Joe Cocker abrió con un canto de optimismo, el Feelin' allright (Encontrando/me/se/te/nos bien). Y luego prosiguió un paseo por grandes éxitos de los setenta que a través de su voz rasposa resultaban un poco más emotivos, un poco menos tópicos. Y cantaba con alma, lo que nunca ha perdido y tal vez nunca pierda, arropado por un grupo tan competente como poco imaginativo, pero, al fin y al cabo, familiar. Y dos coristas que le hacían coros y él, por allí, despistado, mirando a los demás como si el alma se le fuera cada vez que se separaba del micro, llenándose de Espíritu Santo cuando volvía a querer gritar.
La gente se lo agradecía, la gente estaba allí para un nuevo reconocimiento de sí misma y tal vez se conmovía o se encontraba a amigos antiguos que el destino separa con dolor. Y así, en vez de excitación, aquello parecía una celebración del agradecimiento. Claro que no nos dijo nada nuevo, pero ¿hacía tanta falta? Y, por supuesto, que a su edad y con su trayectoria está algo hundido, pero ¿quién no lo está? Joe Cocker, cantando Con su blanca palidez, podía ser una parodia de sí mismo y, sin embargo, resultaba tan auténtico como cuando se iba hacia los blues, lo que mejor sabe, lo más sentido.
Al final surge, necesaria, With a little help from my friends, una versión ampulosa y melodramática con grandes montañas de sonido que el personal recibe casi en éxtasis, y luego, las repeticiones y el triunfo. Un triunfo que no tiene futuro, que no va a ninguna parte más que al recuerdo agradecido y sonriente. No ha sido un engaño ni una hecatombe, ha sido un buen hombre haciendo música y miles más deseando disfrutarla. Un largo camino en realidad.
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