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La política africana de la Francia socialista adopta un "nuevo estilo" sin romper con el pasado

En los próximos días, el Gobierno de] presidente François Mitterrand normalizará completamente sus relaciones diplomáticas con Chad, obstaculizadas hasta ahora por la presencia de los 10.000 soldados libios. En una segunda etapa, Francia concederá al presidente Gukuni Uedei la importante ayuda militar que le había negado con anterioridad. París considera su actuación en este país como el primer-éxito de su diplomacia en Africa. Y, a modo de ejemplo, lo expone como línea conductora del "nuevo estilo" de su política en el continente negro, que no rompe con el pasado, pero introduce un lenguaje más directo y franco, tal como quedó patente en la reciente cumbre franco-africana celebrada en la capital francesa.

En vísperas de esa reunión de principios del mes en curso, a la que asistieron veintinueve países, veinte de ellos representados por sus jefes de Estado, el ex primer ministro gaullista y experto en cuestiones africanas Pierre Messmer declaró: "La política africana de Mitterrand es la misma que la de Giscard d'Estaing y no tiene nada de socialista". Como respuesta a esa afirmación, el portavoz del presidente de la República explicó: "La cooperación franco-africana debe ser ejemplar. Se acabó la época del neocolonialismo". Y aun añadió que Francia desea mantener todas las formas de ayuda a Africa con la "voluntad de respetar absolutamente la independencia de estos países tanto en el campo económico como en el militar y cultural".

Un cambio de lenguaje

Entre los términos categóricos de Messmer, que vienen a decir que Mitterrand es igual que su predecesor, Valery Giscard d'Estaing, y los del portavoz de la Presidencia se encuentra la idea que adoba la doctrina mitterrandista en materia de política africana. El cambio, de entrada, respecto al poder anterior, se percibe en el lenguaje, es decir, en el discurso tercermundista que impregna toda su diplomacia.

Mitterrand pretende ser más generoso, más halagador, respecto a los intereses políticos, económicos o culturales de los países africanos. Esta actitud conlleva una práctica, y el caso de Chad ha ofrecido la primera prueba. Pero, en términos globales, no hay ruptura. Mitterrand, el africano, como ya se le apoda al presidente, quiere mantener lazos privilegiados con toda la comunidad francófona por razones económicas, militares y estratégicas, de igual manera que sus antecesores a lo largo de la historia de la V República.

Tras seis meses de poder, en efecto, la diplomacia africana de Mitterrand es difícilmente criticable tanto para los gaullistas como para los giscardianos. Al día siguiente de su victoria del pasado día 10 de mayo una ola de inquietud se extendió en el Africa francófona y en los medios políticos franceses que habían perdido el poder.

De ser fiel a los principios de su programa socialista, Mitterrand debía invertir la diplomacia del ex presidente Valery Giscard d'Estaing: al intervencionismo de este último, destinado a apoyar a todos los regímenes "seguros", confidentes de París, el nuevo jefe del Estado debería oponer la intervención destinada a desestabilizar a los poderes no respetuosos de los derechos del hombre.

Pero en pocas semanas esos temores se disiparon. Uno tras otro, los representantes de gobiernos dictatoriales, así como los progresistas, fueron invitados al Palacio del Elíseo para ser convencidos de que "todos los compromisos de ayuda militar y de cooperación contraídos por Francia serán cumplidos escrupulosamente. "Hasta la fecha, por el contrario, ni un solo representante de los movimientos de oposición a las tiranías africanas ha sido recibido por el presidente o por alguno de sus colaboradores. La reciente cumbre francoafricana no ha hecho más que confirmar este aspecto de la continuidad de la política francesa en Africa.

El primer test de esa diplomacia ha sido su actuación en Chad. La historia de lo sucedido en este país durante los últimos tres meses evidencia el "nuevo estilo" y sus contradicciones también. Tras las tergiversaciones de Giscard, que no apoyaba ni a Gukuni ni a su rival Hisséne Habré, Miterrand, seducido por el nacionalismo del primero, decidió jugar su carta.

Es decir, no ha habido ruptura con el pasado, pero no ha habido ingerencia o intervención. Ha habido pacto con todos los países vecinos de Chad, ha habido contacto permanente con Estados Unidos, a pesar de que los intereses de este ultimo país son contrarios a los franceses al inscribirse en la confrontación Este-Oeste. Y ha habido, por fin, una acción tendente a suprimir todo carácter neocolonialista a la ayuda francesa.

Queda por probar, incluso para el Gobierno de París, la duración de los resultados, la posibilidad para París de continuar siendo "ejemplar" sin modificar las estructuras políticas de algunos países retrógados africanos.

Además, el tercermundismo filosófico de Mitterrand puede toparse, a largo plazo, con el juego estratégico entre la Unión Soviética y Estados Unidos.

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