_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Presagios de guerra

Deprimente. Terriblemente deprimente y angustiosamente reales comienzan a ser los negros nubarrones de una guerra mundial predecesores ciertos de otras nubes, brillantes y exterminadoras. Las nubes atómicas, que un día arrasaron dos ciudades japonesas, comienzan a hacerse familiares, cercanas, a la población del planeta. Por obra y gracia de unos dementes homicidas defensores a ultranza de la muerte como forma de mantener y afianzar su poder, los humanos de a pie volvemos a sentir el corazón atenazado por la impotencia. La democracia formal burguesa nos muestra su descarnado rostro fugazmente. A los ciudadanos se les permite votar cada cuatro o cinco años a unos u otros candidatos. A unos o a otros partidos. Libremente. Desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el extremo centro. Todo muy democrático y libre. Se nos crea la ficción de que somos los dueños de nuestras vidas y de nuestras acciones. Esto sigue siendo así mientras nuestros deseos coinciden con los de los rectores de hecho del poder. La situación puede mantenerse idílica durante decenas de años, hasta qué el poder decide ir por otro camino y la comedia se convierte en sangrienta tragedia. Los ciudadanos vemos entonces cómo se nos escapa la soberanía popular igual que a un niño un globo de gas, y quedamos reducidos a meros esclavos, a reses destinadas al matadero para satisfacer a los Hitler de turno. Es la guerra. Ya nos queda el único derecho de no morir, matando. No se puede elegir: o se obedece plenamente o serás fusilado por traidor, por cobarde. Ya no existe la objeción de conciencia, ni el pasotismo, ni el amor.Antiguamente quedaba un último resquicio de esperanza: sobrevivir a la destrucción y volver a vivir la comedia de la democracia, de los derechos del ciudadano. Ahora, si entre todos no logramos evitar la guerra mundial, ya no habrá más funciones de teatro. El circo se habrá hundido y todos habremos perecido dentro de él. Porque ¿quién puede dudar que una vez se haya dado el paso terrible de lanzar el primer ataque el adversario no responderá aún más contundentemente, y así sucesivamente, hasta el infierno? No nos engañemos, no habrá veinticinco días para evacuación programada, ni una semana para "evacuación de emergencia", ni tampoco "zonas inertes". En unas horas no quedaría ni siquiera el llanto imposible de derramar por unos ojos ciegos, quemados por el átomo.

Como un entrenamiento para la barbarie final, los países se rearman y se potencian los bloques militares, condenando a morir de hambre a miles de niños y hombres cada día, en todo el mundo. Y ante esta espeluznante realidad, ¿cuántos cuerpos se estremecen de pavor? Demasiados son los que tratan de escudarse en falsos razonamientos para no dar la cara a la realidad: "No se puede hacer nada", dicen. ¿Cómo no vamos a poder hacer nada si la razón está con nosotros? Somos las masas, el pueblo, los esclavos, los que a lo largo de la historia hemos sido apaleados, vejados, masacrados. Pero que en momentos cruciales nos hemos levantado sobre nosotros mismos y nuestros señores.

Este puede que sea uno de esos momentos. Luchemos con todas nuestras fuerzas por que así sea. Arrinconemos a los halcones sedientos de sangre ahora que aún estamos a tiempo. No lo dejemos para más tarde, porque quizá entonces ya no será posible. Por la paz, por la vida, por la libertad: organizado o sin organización, sólo o con otros, manifiéstate, grita, lucha, hasta conseguir un mundo nuevo que no se podrá construir sobre las cenizas de éste, sino sobre la conciencia y el valor del pueblo./

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_