Fuerza expresiva y dramatismo justo
Anteanoche tuvo lugar en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona la representación inaugural de la temporada 1981-1982, con Lohengrin, de Richard Wagner. El teatro se hallaba prácticamente lleno y la expectación era grande, no só,lo para disfrutar del interesante reparto vocal, sino también de la producción del Teatro de la Opera de Hannover, primera de una serie de producciones procedentes de prestigiosos teatros europeos que presenta este año el teatro barcelonés. La representación constituyó un éxito. Hubo buena preparación y la interpretación emergió, sobre todo, a partir del segundo acto, con fuerza expresiva y justo dramatismo.Lohengrin, inspirada en el ciclo de leyendas del Santo Grial, es la cuarta ópera de Wagner y fue escrita entre 1845 y 1847. Esta partitura, quizá la más vocal en la producción de Wagner, significó un paso importante tanto en su evolución artística como en el impulso hacia la reforma de la ópera.
La representación de una ópera es algo muy complejo. Mientras la música instrumental se centra en unos intérpretes guiados o no por el director de orquesta según la partitura, en la ópera intervienen más factores. Desde los cantantes, que son los protagonistas, al director, con la orquesta; al coro, al director de escena, decorados, vestuarios.
En la función inaugural del Liceo, estos requisitos se cumplieron notablemente, sobre todo por lo que concierne al reparto y a la escenificación. Peter Hofmann, en el papel de Lohengrin, respondió a la expectacrón general. Perfectamente compenetrado con el personaje, el joven tenor actuó con naturalidad y depurado estilo. Su voz, además de gran pureza tímbrica, posee en todos los registros limpidez y calor, con un perfecto control de la emisión. La aterciopelada voz de María Slatinaru confirió al personaje de Elsa la adecuada ternura, con momentos de honda expresividad. Espléndida estuvo Danica Mastilovic en el difícil y vehemente papel de Ortrud. Esta artista posee una gran personalidad. Su intervención al principio del segundo acto fue decisiva para imprimir impulso dramático a la representación. Su voz, potente y penetrante, es lo suficientemente maleable para conseguir los más diversos acentos expresivos. Raimund Herincx, Matti Salminen y Georg Tichy desempeñaron sus papeles con profesionalidad y buen gusto interpretativo.
La actuación del coro fue en todo momento correcta y ordenada. El director de la orquesta, Georg Alexander Albrecht, muy atento también a la acción que se desarrollaba en el escenario, dirigió con autoridad y vehemencia.
En cuanto a la orquesta se reflere, debemos hacer constar que se nota una sustanciosa mejoría en la sección de cuerda, está más homogénea y equilibrada. Sin embargo, no ocurre lo mismo en la sección de viento. Tanto a la madera como al metal les falta una mayor belleza tímbrica y justeza en la afinación y, al metal en concreto, una mayor precisión en los ataques.
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