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Tensión carcelaria

Obviando por su evidencia las causas, habrá que analizar los efectos, de los que aparecen como inmediatos las huelgas atípicas de hambre -por lo que respecta a los presos-,- y como remotos, los remedios que el Gobierno estudia para responder a las exigencias, tan parcialmente justas como manipuladas, de los mismos presos. Nadie ha negado ni negará la intolerable situación de los presos, que añaden a lo esencial de la pena -privación de libertad- un injusto plus de penas accesorias que nada tienen que ver con la letra ni con el espíritu de la ley. Muestra de la realidad de esa situación es la rapidez con que la Administración ha modificado el presupuesto, nada menos que de alimentación.El Gobierno ha dado una respuesta de promesas. Medidas de tipo legislativo, que atajen de raíz las causas que hacen estériles las medidas administrativas o disciplinarias. Medidas que atañen al funcionamiento de la Administración de justicia y a las leyes que ésta maneja. Pero habrá que elegirlas con sumo cuidado para que la reivindicación penitenciaria no acabe logrando la impunidad penal. El problema no está en disminuir el número de presos, sino de delincuentes, y dar a los que lo sean todas las garantías de hecho para que su situación aflictiva jamás desborde los límites estrictos de su responsabilidad. Pero dar también a la sociedad la certeza de qué, dentro de esos límites fuera de los cuales sería una sociedad cruelmente vindicativa, sus valores esenciales estarán salvaguardados.

6 de noviembre.

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