No estamos solos

La posible existencia de otros seres racionales en mundos diferentes del nuestro ha sido tratada numerosas veces en el cine, a partir de los avances científicos que aporta cada época. En este caso, la historia y las maquetas se hallan tan al día que su protagonista es una nave de carga espacial, parecida sí no copiada de la famosa Columbia, que uno de estos días cumplirá su segundo viaje.Una serie de acontecimientos imprevistos hace chocar al satélite que pretende poner en órbita con otro procedente de una segunda plataforma matriz desconocida y tripulada por remotos antepasados nuestros. Siguiendo también la corriente de la literatura actual en lo que a otros mundos se refiere, mezclando a Von Braun con Asímov y las pirámides de México con las supuestas pistas de aterrizaje de Nasca, se supone que la NASA esconde secretos importantes sobre objetos no identificados, incluido un platillo volante para investigar en él nuestro pasado.

En tanto los científicos estudian, los dos pilotos de la nave que causará el desastre inicial tratan de hallarlo entre carreras, vuelos y disparos. La historia se convierte, poco a poco, en una aventura no demasiado original, en la que los viajeros estelares pierden protagonismo, según se acerca el final, transformados sólo en los números y esquemas de computadora.

Interpretado por actores ya acostumbrados a tales menesteres, el filme recuerda a las series de televisión, aunque su calidad y medio sean superiores, sobre todo en lo que se refiere al apartado de efectos especiales.