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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Semíramis, secuestrada

La pugna entre Venus y Diana es una de las obsesiones del feminista Calderón, postulado que hereda de sus maestros Tirso y Cervantes. En algunas de sus obras, como la ópera Celos aun del aire matan, la obsesión se resuelve mediante una representación netamente alegórica; en otras, como en La hija del aire, la trama alegórica se oculta tras una representación aparentemente histórica. Es decir, se vale de la historia como sistema de verosimilitud, pese al carácter mítico de sus personajes.Pero, aun moviéndose en una apariencia histórica, Calderón señala muy claramente en La hija del aire el carácter mítico de sus personajes, señalando de un modo muy destacado esa condición en Semíramis. Este grandioso carácter femenino, que conoce el arriesgado oráculo de su destino, se lanza a desafiarlo, afirmando que es mejor que la mate la verdad que no la imaginación.

El fuerte carácter de Semíramis se fundamenta en la estrecha relación que tiene con dos divinidades antagónicas, pues es hija de una ninfa consagrada a Diana que fue violada por un devoto de Venus. El padre muere apuñalado por la ninfa después del coito; la madre, que ocultó el parto a los ojos de Diana, muere en el parto, «costándole al cielo ya mi vida dos homicidios», puede decir Semíramis.

Al producirse el nacimiento acuden las fieras, obedientes a Diana, para aniquilarla; las aves, obedientes a Venus, acuden y la salvan. Luego Teresias, sacerdote del templo de Venus, será el guardián de Semíramis, a quien Venus ordena ocultar para que no se cumpla su trágico destino: «Esta infanta alumna es mía, / y como siempre vivimos / opuestas Diana y yo, / la ofende ella y yo la libro».

Lo enconado de esta pugna es la singularidad primordial de Semíramis, lo que hace de ella un arquetipo femenino de la literatura universal. Su carácter resultará ser un compendio conflictivo de las dos divinidades. Lo que tiene de Venus hace que los hombres caigan a sus pies enamorados; lo que tiene de Diana hace que esos mismos hombres sean destruidos o muertos. Diana, en Celos aun del aire matan, proclama que «muera el amor y viva el olvido», mientras Venus sostiene lo opuesto: «muera el olvido y viva el amor».

Y esta alegoría, que constituye la estructura básica sobre la que está argumentada La hija del aire (actualmente en el María Guerrero), y que es lo que le da a la tragedia su sentido profundo, no se percibe en el montaje de Lluis Pasqual. En la adaptación utilizada, que estrangula la obra y secuestra el alma de Semíramis, se narran los hechos de mayor apariencia histórica, pero las claves del enigma de Semíramis no están ahí, sino en la estructura alegórica.

Y al no poner la debida atención a la mentada alegoría, el profesor Ruiz Ramón, autor de la adaptación y experto en lugares comunes sobre el teatro español, secuestra un arquetipo femenino gigantesco. Pone su interés en el afán de poder, en la ambición sin límites de la protagonista, pero esas cuestiones son comunes a cualquier obra relacionada con el tema del poder. Aquí el tema es otro: Semíramis es un personaje en cuyo centro se debaten dos divinidades femeninas que son otros tantos conceptos de la mujer, latentes, hoy más que nunca, en la mujer de nuestro tiempo.

Venus responde al concepto de la mujer entregada al hogar, al matrimonio y a los hijos; en oposición, Diana rechaza todo eso y se convierte en diosa de la caza y los bosques. Si le damos a esos signos mitológicos una lectura actual, desembocaremos en el carácter dual de la mujer: ella puede dedicarse a la vida pública y realizarse fuera de casa, aproximándose así a Diana, o renunciar a todo eso y consagrarse a la vida de la casa, que es la devoción de Venus. Aquí estamos, obviamente, tocando extremos, pues los matices son muy largos de hilar. Además es así, polarizado, como nos lo da la tradición mítica, que es de donde lo toma Calderón y lo matiza, para su tiempo y el nuestro, en La hija del aire,

Algo de esto debió de presentir el director Lluis Pasqual, ya que enlel programa de mano del María Guerrero formula toda una retahíla de preguntas y se confiesa un tanto perplejo. Claro que una obra escrita en dos partes habría que darla con algo más de largueza y tratar de superar la vieja cólera del español sentado. En la dinámica New York acabo de ver una obra que dura ocho horas, y las entradas hay que conseguirlas con mucha anticipación.

Así que por torpezas y prisas nos hemos quedado sin ver La hija del aire, una de las más grandes tragedias del mundo del teatro. Y lo peor es que las feministas españolas se han quedado en ayunas: les han secuestrado una fenomenal heroína, su más alto arquetipo: Semíramis, encarnación eterna de la dualidad de la mujer. Por otra parte, no muere por la lanza del enemigo, como se ve en la actual puesta en escena, sino que, al pasarse al área de Diana, pierde la protección de Venus. Claro que también cuentan los años, cosa que ni Venus, su protectora, le perdona. Pero todo esto ha sido burlado, perdiendo el espectáculo verdad, actualidad, y poesía. ¡Casi nada!

José Ruibal es autor dramático y ha realizado montajes teatrales.

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