La lógica de la guerra y los límites de la compasión
El antagonismo Este-Oeste se ha convertido en una inacabable contabilidad bélica, practicada siempre por el adversario, cuya consecuencia, algunos escriben razón de ser, es la de incrementar la capacidad militar de los dos grandes contendientes. Y así, los responsables de la política de defensa de EE UU y los funcionarios de la OTAN nos obligan a recitar la letanía de la superioridad soviética: los casi 30.000 tanques, los más de 6.000 aviones tácticos, los cerca de ,1.500.000 hombres de que disponen; nos aleccionan sobre la potencia de la tercera generación de aeronaves de combate -los Flogger, Fitter, Fencer-, de los navíos tipo Alfa, de los submarinos nucleares tipo Oscar y Tifón, este último equipado con múltiples cabezas nucleares; nos ilustran sobre la existencia de más de cien flushin 76 y de casi setenta Antonov 22; nos informan de la disponibilidad demás de 100.000 hombres entrenados en la guerra química, y, sobre todo, nos amedrentan con los 350 cohetes continentales SS-20, equipados cada uno con tres cabezas nucleares independientes, cuyo alcance es de 4.500 kilómetros.El resultado no puede ser otro que la autopostulación norte"-., americana de situar a Europa 464 misiles tipo Cruise y 108 Pershing 2 de 1. 800 kilómetros de alcance y, a un nivel más general, -la confirmación de la lógica de la carrera armamentista. Esta estructura analítica básica, que, se, nos ofrece como el soporte argumental del "equilibrio del terror", me parece prevalente frente al indecidible problema de quién puede, tirar más lejos- la piedra -quién dispone de la superioridad global, militar y económica, efectiva- y de quién esconde más la mano -quién, se opone más decididamente a la práctica de un desarme general y, fiable, o de cuál es, en el proceso de la decisión militar, la estructura de dependencia social dominante, si la derivada de la voluntad imperialista de ambos Centros o la que responde a las exigencias de la industria militar de cada uno de ellos. En cualquier caso, al círculo vicioso de potencia militar para el equilibrio de fuerzas" se le da una vuelta más y se hace un poco mas imposible cualquier otra hipótesis alternativa.
E "statu quó" y la entrada de España en la OTAN
La reafirmación del statu quo que supone toda implicación en la lógica del antagonismo Este-Oeste es la que me lleva a, calificar la actual batalla española en torno a la OTAN como quizá inevitable, pero, en definitiva, de retaguardia.
Pues de ese pozo, del de los eventuales bandos y formas de la guerra, si llega, y de nuestra vica ría alineación en ella, ni nosotros ni nadie sacaremos agua. Y hasta que llegue, y para que no llegue, ni siquiera podremos utilizar nuestros recursos políticos y nuestras energías sociales, intentándo multiplicar los centros de polarización mundial, única vía practicable, por remota que nos parezca, para salir, aunque sea poco a poco, de ese siniestro ca llejón sin salida.
El enfrentamiento Norte-Sur es la versión asépticamente geográfica de antagonismos que deberían formularse corno centros EE UU, URSS-versus periferias. Y el plural es en este caso determinante porque introduce el porque de la inesquivable reconducción de su problemática a la de Este-Oeste. Por lo que sólo la disolución de esta última permitirá la transparencia de la comunidad de intereses de los centros en cuanto tales y los responsabilizará conjuntamente, aunque desde supuestas y perspectivas diferentes, en la superación de la primera. Sólo esa superación evitará la ambigüedad de las intervenciones -¿apuntan verdaderamente al Norte-Sur o más bien al Este-Oeste?- del grupo de los 77 en el tema. Sólo desde ella podrán las buenas intenciones de Cancún dejar de empedrar el infierno del subdesarrollo. Sólo desde ella las propuestas de globalidad en la solución podrán dejar de sonarnos a escarnio.
Entre el despilfarro armamentista y el hambre
El instrumento institucional que nos ofreció en 1974 la Asamblea General de las Naciones Unidas y que llamamos Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) nos sirve desgraciadamente de muy poco. Porque los definidores de su lectura lo ven no en términos de nuevos modelos de sociedad y de nueva división internacional del trabajo, sino a través del aumento en decimales de determinados porcentajes y de la administración de una caridad bien entendida. Claro está que es importantísimo evitar que muera el 10% menos de los condenados a muerte por hambre en 1981. Pero de cara a los ochocientos millones de muertos de esa humanísima enfermedad, que prevé el Banco Mundial para el año 2000, los límites de nuestra compasion son ridículamente exiguos. Y si junto a esa cifraescribimos la de 800.000 millones de dólares que nos gastaremos en armamento en 1983, sólo cabe la náusea. ¡Pobres, pobres de Cancún!.
Este trágico balance apunta hacia otras hipótesis. Aunque entremos en utopía. Pero, ¿existen?.
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