Europa intenta sacar adelante el plan Fahd a pesar de las reticencias soviéticas
La URSS empezó por considerar que el plan Fahd contenía "algunos aspectos positivos", pero las reticencias de sus aliados del Frente de la Firmeza -Damasco y Moscú firmaron en octubre de 1980 un tratado de amistad y cooperación- le incitaron a revisar su postura inicial. Durante a visita a Moscú, que finalizó el pasado miércoles, de Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el Kremlin concedió estatuto diplomático pleno a la representación moscovita de la central palestina. A cambio, Arafat aprobó solemnemente la propuesta soviética de conferencia internacional sobre Oriente Próximo y recalcó que "las iniciativas de paz de la URSS constituyen la base para una solución global", omitiendo mencionar al plan Fahd.
El objetivo soviético consiste en contrarrestar el acercamiento palestino a las tesis occidentales puesto de relieve durante la visita de Arafat a Tokio hace una semana, opinan fuentes diplomáticas europeas.
No ha trascendido, sin embargo, si para conseguirlo la Unión Soviética está dispuesta a suministrar a la OLP los misiles tierra-aire solicitados por la central palestina.
Los objetivos de Washington
Mientras la URSS y sus aliados del Frente de la Firmeza (Siria, Argelia, Libia y Yemen del Sur) obstaculizan la apertura de un debate sobre el proyecto, Estados Unidos duda de, la oportunidad de examinar una iniciativa que reba sa los estrechos límites del tratado de paz egipcio-israelí de Camp David.
Hasta que el 25 de abril de 1982 concluya la devolución por Israel a Egipto de toda la península del Sinaí la política norteamericana en Oriente Próximo persigue dos objetivos inmediatos: intentar consolidar al régimen egipcio de Hosni Mubarak y promover una reconciliación de El Cairo con las capitales árabes moderadas, como pnimer paso hacia la creación de un bloque estratégico anticomunista.
Al margen de estas dos metas prioritarias, Washington dio "luz verde" a la CEE para que explore otras fórmulas de paz que podrían ampliar el marco de Camp David" al tiempo que intenta moderar, sin éxito, los excesos israelíes. El secretario de Estado norteaméricano, Alexander Haig, pidió nuevamente en vano en El Cairo al primer ministro israelí, Menájem. Beguin, que congele provisionalmente la creación de asentamientos judíos en los territorios ocupados.
Además del envío de asesores militares y aviones de vigilancia electrónica AWAC, el incondicional apoyo estadounidense al régimen cairota queda puesto de manifiesto por dos cifras: la mayor embajada de Estados Unidos en el extranjero es ahora la de El Cairo, con 872 funcionarios norteamericanos y quinientos empleados egipcios, y la ayuda norteamericana ascenderá durante este año fiscal a 145.000 millones de pesetas.
En cuanto a la reconciliación árabe-egipcia, concretamente entre Riad y El Cairo, el propio Alexander Haig afirmó a la televisión norteamericana NBC, 72 horas después de la muerte del presidemte Sadat, que existía "una muy alta probabilidad" de que se produjese un acercamiento entre Egipto y Arabia Saudí.
La declaración de Haig se basaba, sin duda, en la cauta actitud de Riad, que tras el asesinato de Sadat fue uno de los pocos países árabes que omitió transmitir por televisión imágenes de la firma del tratado de Camp David y cuyos países aliados del Golfo, y algunas veces portavoces oficiosos, condenaron públicamente la violencia política, pero no llegaron a enviar al Cairo mensajes de pésame. El nuevo presidente egipcio, Hosni Mubarak, fue también el hombre de los contactos discretos con el bloque moderado.
Pero la diplomacia norteamericana no acaba de entender que, más aún que,la contención del "expansionismo soviético", la solución de la cuestión palestina es prioritaria para Arabia Saudí. "Sólo si se realizan profundos progresos sobre el problema palestino, una visita del rey Jaled a El Cairo no conllevaria casi tantos riesgos como el viaje de Sadat a Jerusalén", escribe en su editorial el diario L'Orient-Le Jour, de Beirut.
Carrington, en Riad
No obstante, con la tácita aprobación de ciertos sectores de la Administración Reagan, deseosos de encontrar una solución de recambio a Camp David, lord Carrington emprenderá del 3 al 5 de noviembre, en representación de la CEE, un viaje a Arabia Saudí para aclarar dos puntos del plan Fahd que inquietan a Europa e indirectamente a Estados Unidos.
Europa considera que plantear de entrada la transformación de Jerusalén Este en la capital del Estado palestino bloquería cualquier posibilidad de negociación con Israel, aferrado a la reunificación de "su" capital, y también se preocupa de determinar quién pagaría la indemnización que recibirían todos los palestinos que no deseasen volver a su tierra.
Es probable que, tras la visita exploratoria de Carrington, la cumbre europea de jefes. de Estado o de Gobierno, que se celebrará en Londres a finales del mismo mes, dé un impulso al plan Fahd.
Por esas mismas fechas la cumbre árabe de Fez podría, a su vez, respaldar el proyecto saudí, que pasaría a ser debatido en las Naciones Unidas, que, a su vez, lo convertirían en una resolución, "plataforma de negociación para una solución global en Oriente Próximo", según.palabras del ministro francés de Asuntos Exteriores, Claude Cheysson.
Todo, dependería entonces de la capacidad de la Administración Reagan de presionar a Israel para que acepte negociar sobre la base de un plan que ha rechazado de antemano.
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