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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sarcasmo y amargura

Céfiro agreste de olímpicos embates: come y callla, que es cultura.Alberto Miralles es un viejo autor novel que llega demasiado tarde al estreno y trae al escenario las invectivas, sarcasmos, insultos y amarguras que le suscita su propia condición. No le faltan razones. Debe ser muy duro este papel de Tántalo, dentro y fuera del teatro al mismo tiempo, en los aledaños del éxito de los otros, pero sin salir de la zona de sombra, sin alcanzar nunca el estreno.Ahora, Calderón es su enemigo, porque se lleva su dinero: y, encima es conservador, de derechas, integrista y barroco. Y antiguo. Lo es, lógicamente, la administración de la cultura oficial, que prefiere a los muertos. Todos, son ya enemigos para el que fracasa: los críticos -especialmente uno-, quizá porque ni siquiera ha tenido la ocasión de criticar su teatro; los otros que aceptan el dinero del Estado (según noticias del Ministerio, la Compañía Octubre, que representa esta obra, lo solicitó y no se la dieron), los mismos grupos teatrales independientes, desintegrados y rotos entre sí (en el coro de insultos, los personajes se zahieren unos a otros). Tampoco en esto le faltan razones a Miralles.

de AIberto Miralles

Intérpretes: José Antonio Ceinos, Loreta Tovar, Carmen Utrilla, Alfredo Alba, Nela Iglesias, Luis Sebastián, Ramiro del Pozo, Juan Carlos Naya (Compañía Octubre).Decorado, de Rafael Martínez; figurines, de Mario Lacoma. Dirección: Antonio Corencia. Estreno: Centro Cultural de la Villa de Madrid, de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, 21-10-1981.

La necrofilia que levanta a los clásicos, el dinero que sirve para destrozarlos, los cazadores de subvenciones, la mala estructura del teatro comercial, el conservadurismo que se cierra a lo nuevo, la caída de los teatros independientes, son hechos conocidos, y se han denunciado tanto que también en esto Miralles sufre del retraso de su estreno.

El tema hubiera sido interesante tratado desde fuera: es decir, con Miralles como personaje y no como autor. Desde dentro, el resentimiento y la amargura predominan sobre el interés teatral y humano. El movimiento dentro del círculo interior no puede interesar al público. Miralles, además, a pesar de su proximidad continua al teatro, de su trabajo constante en él desde puestos menores, no ha conseguido vencer las ingenuidades y las debilidades del autor novel: todos los personajes son él mismo y su preocupación vital, y cuando sale del sarcasmo es para caer en el editorial, en el articulismo didáctico de tesis directa. Lo mejor de la obra son las escenas de costumbres, el sainetillo del grupo teatral que trata de representar a Calderón, el apunte de los ensayos. Son breves.

Antonio Corencia ha sacado el mejor partido de la obra y de los intérpretes. Mueve los personajes con soltura, hace lo posible porque parezca espontáneo lo bien trabajado; acentúa la rapidez del diálogo, Es una obra bien dirigida -bien decorada, dentro de la sencillez y la pobreza, por Rafael Martínez, y muy bien vestida por Mario Lacoma-; pero lo que no ha conseguido Corencia es dotar del don de la palabra a sus actores. Dentro de su poca experiencia, recogen los vicios de los actores viejos: el subrayado de palabras inútiles, los cortes de las frases, la falta de regulación de la voz. Quedan mejor en el movimiento que en la voz.

Ya que no para otra cosa, esta obra debería servir para una reflexión de la sociedad que dirige el teatro sobre sus propios errores: para que nunca más alguien pueda terminar como Miralles, para que todos tengan derecho, desde el principio, de saber si tienen o no talento. El de Miralles, desgraciadamente, es ya irrecuperable. No le queda más que el exhibicionismo de su amargura.

El público del estreno, tan inhabitual como la obra misma, no con los sarcasmos, aceptó la interpretación y la dirección, aplaudió algunas frases y ovacionó al final, cuando todos salieron al escenario en la tradicional escena de las glorias.

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