Los premios Nobel
De la Paz. LA ALTA Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados, galardonada ya en 1954 con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para proporcionar nuevos hogares a los refugiados europeos tras la segunda guerra mundial, ha obtenido nuevamente ese elevado honor. Se confirma así la sensibilidad de la comisión designada por el Parlamento de Noruega para distinguir a los organismos y a las personas que trabajan, en un planeta atormentado por inquisiciones políticas e ideológicas de todo signo, para aliviar los sufrimientos de los perseguidos por sus creencias y sus ideas. Amnistía. Internacional, en 1977, y el argentino Adolfo Pérez Esquivel, el pasado año, recibieron el reconocimiento por su labor en defensa de los derechos humanos. Ahora, el UNHCR inscribe por segunda vez su nombre en la lista de la paz por su ayuda a los millones de- hombres, mujeres y niños que se ven obligados a abandonar sus hogares y a huír de su patria por la crueldad represiva de unos regímenes que no aceptan voces discrepantes y que persiguen cualquier manifestación de disidencia política, ideológica o religiosa.En este siglo de guerras asoladoras, que han convertido el genocidio en una práctica bélica usual, no sólo la población civil ha sido blanco de operaciones militares y de matanzas, sino que muchos supervivientes de las contiendas se han visto también obligados, para salvar la vida o no perder la libertad, a emprender el duro camino del exilio una vez concluidos los conflictos bélicos. Al final de nuestra guerra civil fueron cientos de miles los españoles que se vieron forzados a buscar refugio, en ELiropa y en América, de una persecución tan implacable como rencorosa. Con el restablecimiento de la democracia en nuestro país, a España le corresponde ahora no sólo devolver el trato generoso que dieron a los exilliados los países de nuestra lcrigua que hoy, en el Cono Sur, son víctims de regímenes dictatoriales, sino también extender esos brazos abiertos a los refugiados que huyen de la tiranía en cualquier otro lugar del mundo.
Los refugiados se encuentran hoy acogidos en España a la orden del 16 de mayo de 1979, que regula provisionalmente el reconocinilento de tal condición. Seguramente el mejor homenaje que las Cortes Generales de la Monarquía parlamentaria pueden hacer a la causa que defiende la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados, galardonada con el Premio Nobel de la Paz de 1981, es acelerar los trámites para la promulga ción de una ley de asilo que ensanche al máximo posible las fronteras de ese derecho, al que los españoles derrotados en 1939 invocaron en países cuyos exiliados llaman hoy a las puertas de nuestra sociedad democrática.De economía. LA ACADEMIA sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía a un investigador cuyas preocupaciones no se han circunscrito a un área específica de análisis, quizá por una íntima convicción de que la economía no es una ciencia exacta, sino que se extiende a muy diversos campos. James Tobin, al que se le suele caracterizar como poskeynesiano, y que ha polemizado con Milton Friedman y la escuela monetarista, reconoce el papel del dinero en el crecimiento de la renta y en losniveles de inflación, pero considera que existen también otros eficaces mecanismos, sobre todo de naturaleza fiscal, para estimular el desarrollo económico.
Muchas de las contribuciones de James Tobin se hallan de plena actualidad y alimentan algunas recientes polémicas sobre las orientaciones deseables de la política económica. El premio Nobel de 1981 fue uno de los primeros en criticar, con su teoría del nei economic welfare (bienestar económico neto), la utilización del producto nacional bruto como medida exacta del bienestar de una comunidad. Los españoles que han accedido a superiores niveles de ingresos durante las dos últimas décadas saben, por propia experiencia, que los costes de la urbanización acelerada, la contaminación de las ciudades hacinadas o los límites sociales al crecimiento (baste con mencionar los atascos diarios en las horas puntas o las desesperantes caravanas automovilísticas de los finales de semana) corrigen los excesivos optimismos de las mediciones en términos brutos, que reflejan simplemente la cantidad de bienes y servicios producidos. James.Tobin es, por lo demás, un cuidadoso poskeynesiano, cuando señala que los problemal del crecimiento económico se relacionan más con la "oferta o capacidad de producir" que con la demanda inductora. Si bien la demanda puede desempeñar, a corto plazo, un importante papel para acelerar el grado de utilización de la capacidad productiva y aumentar el empleo, ni la producción ni la deinarida pueden caminar, a largo plazo, más deprisa que la propia capacidad real de un país. "Si la demanda monetaria impone una inayor velocidad, la tasa de inflación resultante se encargará de hacer fracasar esa estrategia fantástica".
Para seguir hablando de cuestiones hoy plantcadas en España, el nuevo premio Nobel fue también uno de los primeros economistas en observar que la diferencia entre los bancos, por un lado, y los restantes intermediarios Financieros, por otro, era de carácter legal (coeficientes obligatorios y tipos máximos de interés pira algunas actividades), pero resultaba exagerada en cuanto a la capacidad para crear dinero o diversificar la gama de activos financieros atractivos para el público. Las nuevas formas e instituciones de intermediación del mercado financiero norteamericano, y la deriodada resistencia que los bancos españoles están oponiendo a esas innovaciones, no hacen sino confirmar las opiniones de James Tobin.
El premio Nobel de 1981 ha sido un severo crítico de la confusión y el despilfarro en la distribución de los programas de bienestar norteamericanos. En su opinión, resultaría más barato y eficaz sustituir la burocracia y algunas subvenciones concretas por una estructura impoSitiva que sintonizara mejor los ingresos con las necesidades. Su propuesta de un impuesto negativo sobre la renta, rebautizado por el profesor Samuelson como programa de ingresos garantizados, apunta contra la injusticia y la disuasión laboral que significa el hecho de que muchas familias trabajadoras tengan niveles de ingreso equivalentes o inferiores a los desempleados. Esa situación, que desincentiva a los trabajadores activos y estimula el desempleo voluntario, podría ser contrarrestada, según James Tobin, mediante el pago, con cargo a los fondos publicos, de un inipuesto negativo en beneficio de los trabajadores ocupados cuyos ingresos fueran inferiores a un determinado nivel. Aunque no se puedan equiparar los mercados de trabajo norteamericano y español, la propuesta de James Tobin merece una reflexión, en la medida de que contiene sugerencias para estimular el empleo, promover una igualación regional más homogénea de los niveles de ingreso y hacer compatibles el crecimiento de la ocupación y la reducción de los pagos por desempleo.
En cualquier caso, la concesión del Premio Nobel de Economía a James Tobin es una útil ocasión para recordar la conveniencia de arrinconar etiquetas gastadas y la necesidad de rehuir los fanatismos ideoIógicos, aunque éstos se revistan de ultraliberalismo económico a la moda. Porque el único procedimiento para elevar el nivel de los debates sobre política económica, que ocupan un lugar cada vez más amplio y decisivo en las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos, es basarlos en análisis economicos sensatos, imaginativos y solventes, en vez de condenarlos a girar en torno a la noria de las frases hechas, los prejuicios insensibles a los datos o las coartadas ideológicas que encubren específicos intereses.
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