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No todo es inevitable

El viejo problema de la mala situación de nuestras prisiones, lejos de mejorarse, se ha empeorado. Ahora hemos llegado a una situación límite.Es cierto que faltan medios materiales. Una cárcel moderna, con las instalaciones pertinentes y los servicios mínimos. requeridos, resulta costosa. Los presupuestos del Ministerio de Justicia no permiten resolver este primer aspecto, fundamental, de la cuestión penitenciaria. Pero no es sólo la insuficiencia o deficiencia de las actuales cárceles el factor desencadenante de lo que está ocurriendo. Junto a ello debemos señalar la lentitud de los procedimientos judiciales y la escasa profesionalidad con que se comportan algunos funcionarios.

Para nadie es un secreto que la Administración de justicia en España, además de cara, es lenta, lentísima. En la primera memoria del Consejo General del Poder Judicial se denuncian estos males y se destaca que afectan especialmente al ámbito de la jurisdicción penal. Las diligencias previas se hacen interminables, los sumarios se eternizan y en la Audiencia se espera largo tiempo a la celebración del juicio. Mientras que estos trámites acaban con la paciencia de cualquiera, a veces un hombre o una mujer sufren en prisión sin saber exactamente el día en que el tribunal les absolverá o les condenará definitivamente. Menos conocen aún la duración de esa hipotética pena. En esta angustia transcurren las semanas y los meses, no por exigencias de la tramitación de un proceso, sino, sencillamente, porque los papeles se guardan en un cajón hasta que Dios quiera. (...)

, 30 de septiembre

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