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LA LIDIA

Aburrimiento y vulgaridad bajo la lluvia en Guadalajara

Al deshacerse el paseíllo, mientras los toreros se ocupaban en la acostumbrada operación de veroniquear pausadamente a las brisas de la tarde, se abrieron las espitas del encapotado cielo alcarreño y empezó a caer sobre las espaldas del público una lluvia lenta y suave, pero persistente y al final molesta. Con ella, la corrida se precipitó en la sima del antitópico, pues allí no había ni sol, ni moscas. ni caireles brilladores y lo peor es que tampoco hubo nada digno de pasar a los fastos de la tauromaquia.Esto último era de esperar si se tiene en cuenta que el cartel lo componían los paladines del aburrimiento y la vulgaridad que son Esplá, Nimeño II y el Morenito de Maracay. Ya se sabe lo que vienen ofreciendo estos toreros tarde tras tarde, feria tras feria: faenas de derechazos, naturales, pases por alto y algún que otro molinete para variar. Derechazos y naturales que son vibrantes en Esplá, fríos y sosos en Nimeño y eléctricos, cortos y sin mando en el de Maracay, con la añadidura de los pares de banderillas a cabeza bajada en los que sólo destacan los arriesgados pares al quiebro del venezolano.

Plaza de Guadalajara

25 de septiembre. Segunda de feria. Cinco toros de Sepúlveda, terciados, con excepción del sexto, que tuvo trapío, mansos y manejables, y uno de Atanasio Fernández, chico, y bravucón, lidiado en quinto lugar en sustitución del de Sepúlveda, que fue retirado por inapreciable cojera. Todos cambiados con un puyazo, excepto el de Atanasio. que tomó dos varas con derribo. Luis Francisco Esplá: estocada atravesada Y delantera (silencio). Un pinchazo, una corta y descabello (palmas). Nimeño II: pinchazo, bajonazo y un aviso con un minuto de adelanto (silencio). Dos pinchazos v una corta, quedándose en la cara (silencio). Morenito de Maracay: media perpendicular v rueda de peones (silencio). Media atravesada y dos descabellos (palma).

Si frente a ellos se oponen toros como los de ayer, flojitos, mansetes y con embestida mecánica, se pueden alcanzar las cimas más inaccesibles del tedio.

Durante la lidia del cuarto cesó el «calabobos» norteño de la lluvia y la corrida adquirió un ritmo diferente. Se animaron las once peñas, once, que ocupan los tendidos altos del dos y del tres y, por si fuera poco, el quinto toro derribó dos veces a los picadores, entre el desorden de la lidia, el griterío del público los cantos de los peñistas que aludían a sus atributos de macho.

Pero aquello duró muy poco. En la faena de muleta de este toro y durante la lidia del sexto, el número de los aburridores toreros continuó y otra vez se repitieron hasta el final las faenas monocordes y los tercios de banderillas insípidos. El círculo vicioso de la tarde tenía, así su cierre perfecto.

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