_
_
_
_
_
Tribuna:TEMAS PARA DEBATE. El ingreso en la Alianza Atlántica
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Un militar y la OTAN"

Quien estas letras escribe es un oscuro capitán demócrata y progresista. Demócrata porque anhela profundamente la convivencia plural, cada vez más libre e igualitaria, en una sociedad de ciudadanos, no de súbditos. Progresista porque apuesta por una colectividad en la que la realización de cada ser se estimule y se coordine dentro de una universal solidaridad, y en la que la cultura sea producto de personas verdaderamente sensibles y abiertas al progreso realmente humano, dinámico y autocrítico.Y es este oscuro militar quien se ha creído en la obligación ineludible de aportar su sencillo grano de arena a un tema de precipitada actualidad y de tremenda polémica.

Quisiera de forma forzosamente esquemática y limitada recordar la evolución del profesional de las armas, desde el guerrero de Platón (en el segundo grado de preeminencia social), pasando por el ciudadano- soldado romano; luego, el semianárquico y lúdico guerrero medieval; después, el militar decimonónico (con su pañería y sus emplumados), y llegar al aséptico y químicamente puro prototipo de finales de nuestro siglo, para, concentrándome en este último, distinguir entre el simple guerrero (y fácil mercenario) y el profesional patriota, para el cual el amor por la patria debe primar su interés por la guerra y, por tanto, debe desear para su colectividad lo mejor; siendo lo mejor, indiscutiblemente, la paz justa y la concordia solidaria. Este debe ser, según mi criterio, el auténtico militar de nuestros días. Y a tal fin se me permitirá transcribir del inestimable libro Ejército: presente y futuro, del comandante Prudencio García, la siguiente cita: "... la firme aceptación de la posibilidad de un futuro sin guerras -futuro más o menos próximo o remoto, pero, en cualquier caso, no inaccesible- da lugar a una idea de pensamiento y de acción infinitamente más incómoda, dificil y comprometida, pues de ella se deriva un complejo, arduo y extremadamente delicado paralelismo: de una parte, la necesidad de seguir preparando la guerra mientras las condiciones del mundo continúen haciéndolo tristemente necesario, incluso desde un punto de vista puramente defensivo (necesidad de una defensa nacional, admitida igualmente por la postura anterior), y de otra, y como pesada carga adicional, la obligación inexcusable de trabajar por los más variados conductos -desde la investigación teórica hasta la gestión práctica- a favor de la distensión y de la desaparición de las causas últimas de la conflictividad internacional, hasta conseguir que un día la preparación de la guerra resulte universalmente innecesaria".

Más información
Argumentos para la entrada en la OTAN
La carrera armamentista, la OTAN y España
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Democratización de las FAS

Tras este necesario preámbulo, voy a concretarme en el tema que anunciaba, suscitando, más que resolviendo, cuestiones que considero importantes.

Ante todo, suscribo totalmente el inteligente artículo "El enemigo principal", de Fernando Savater, que se publicó el pasado 11 de agosto.

Quisiera salir al paso de las simplificaciones que afirman que el ingreso en la OTAN redunda ría en la deseable democratización de los profesionales de las FAS. A tal efecto baste recordar la Grecia de los coroneles, el Portugal salazarista o la Turquía del incruento golpe de Estado (con miles de muertos). Probablemente, como apuntaba un sagaz periodista, los previsibles destinos de militares españoles fuera de España serían cubiertos por competentes profesionales, que serían seguramente los más respetuosos con la Constitución y la democracia, mientras que en los cuarteles permanecerían los irredentos virtuales golpistas de siempre.

Se ha atribuido un efecto generalizador a la explícita disposición favorable al ingreso en la OTAN de las altas instancias d nuestras Fuerzas Armadas, pero yo, como ciudadano militar, quisiera permitirme ciertas consideraciones:

Sociológicamente no están precisamente definidas las verdaderas tendencias del amplio estamento castrense acerca de la OTAN. La explicable dificultad de las correspondientes encuestas sólo nos permite recordar la de mayo de 1980 en la revista Defensa, en la cual los porcentaje pro antiOTAN estaban prácticamente equilibrados. Sin olvidar nunca que un asunto tan crucial para la defensa nacional no puede ser sólo privativo de sus técnicos (los militares profesionales), sino de todos los ciudadanos, quienes tienen el derecho indiscutible al debate profundo y a la participación en la decisión en un tema tan fundamental para la supervivencia colectiva.

Los aspectos económicos aducidos en pro o en contra de la integración atlantista son, sin duda, importantes, pero perfectamente secundarios ante un problema de tal trascendencia.

Abogar por el neutralismo

Afirmar que el neutralismo es imposible y que nos garantizaría contra los efectos de una conflagración generalizada es, cuanto menos, simplista. Evidentemente, las esquirlas de la guerra nos salpicarían, pero los efectos nunca serían comparables a las consecuencias de un alineamiento partidista.

Ni ingenuidad ni malicia excesiva es abogar por el neutralismo, Es, en cambio, ingenuo y malicioso minimizar las previsibles repercusiones que nuestra adhesión a la OTAN tendrían en la situación apasionante y dramática de Polonia y en el desequilibrio interno y externo del neutralismo yugoslavo.

Hoy, alejada como está España de toda veleidad imperialista, nuestras Fuerzas Armadas deben tender definitivamente hacia la distensión, que no liacia la agresión.

A nadie, por muy profano que sea en la materia, se le puede hurtar la consideración de la disyuntiva entre un Ejército muy profesionalizado, con medios muy sofisticados, pero forzosamente lirnitados (y siempre inferiores a un virtual invasor de superior entidad), o un Ejército de profunda raigambre popular, preparado preventiva, inteligente e intensamente en la lucha guerrillera; los varios millones de nuestro inapreciable material humano dotado de medios aeromóviles, contracarros, antiaéreos, para un eventual esfuerzo defensivo contra un invasor de cualquier entidad, cuyas servidumbres logísticas, agudizadas por nuestra particular defensa, valorarían de forma casi definitiva nuestro bien organizado esfuerzo disuasorio. Para lo cual, España tiene ya una cierta infraestructura organizada, basada en las Bridots y las Coe's, teniendo en cuenta que "los guerrilleros nunca ganan guerras, pero sus adversarios a menudo las pierden" (citado por el teniente general Díez-Alegría en su libro Ejército y sociedad).

Muchos estudios podrían hacerse, pero siempre sin perder de vista honradamente que el fin primordial de la defensa debe ser conseguir para la patria lo colectivamente más deseable (que es, repito, la paz justa y la concordia solidaria), superando maniqueos nacionalismos.

España, por sus particulares coordenadas geopolíticas e históricas (y dentro de un entente plurinacional de países neutralistas), podría aportar su auténtica inteligencia y quijotismo colectivos, dentro de un bien racionalizado y generoso pragmatísmo, a la causa de la distensión, del desarme y de la política antibloques.

Joaquín Roura Tarrés es capitán de Infantería, destinado en la Capitanía General de la IV Región Militar (Cataluña).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_