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Demasiado riesgo para tan efímera gloria

La irrupción del espontáneo en el ruedo supone siempre un serio quebranto de la lidia, que puede tener consecuencias importantes para los toreros profesionales que en ella intervienen. Para el propio espontáneo, el riesgo inminente de la cogida.El espontáneo no sólo desbarata lo que algunos llaman la liturgia del toreo, sino todo el proceso de estudio y dominio del toro, e introduce un factor de alteración y desconcierto.

Por otra parte, la gloria del espontáneo es efímera, pues se limita a unos aplausos, casi siempre fruto del paternalismo y de la demagopia. Ni siquiera sus habilidades toreras puede exhibir, pues no tiene tiempo, ni reposo, ni posibilidad de elegir terreno distancia adecuados para mostrarlas.

Hay excepciones, por supuesto, la más cercana es la de El Jato, que se tiró de espontáneo en la plaza de Valencia durante la pasada feria dejullo, dio en el ruedo series de pases a unos toros que habían sido devueltos al corral, y su alarde le valió ser contratado por la empresa. La novillada de su presentación se celebró el pasado domingo.

El riesgo de cogida del espontáneo, que es grande naturalmente, está en dependencia de los conocimientos que del toreo tenga, y de las condiciones del toro. La arrancada del toro al saltar a la arena es muy fuerte pero, precisamente por fuerte, relativamente fácil de sortear en las primeras acometidas. En cualquier caso, la indefensión del espontático es tan patente, que las cuadrillas de toreros siempre procuran evitar que el toro le embista, y si no lo logran, permanecen en las cercanías pendientes del quite. Las inhibiciones que, al parecer, tuvieron El Cordobésy su cadrilla en el trágico suce-so de Albacete, son una excepción; y tanto más explicables, teniendo en cuenta que, según testigos preseiiciales, el toro estaba muy fuerte e incierto, y el infortunado espontáneo únicamente llevaba como recurso una camisa.

El propio El Cordobés fue espontáneo en los años en que le llamaban El Renco. Pero por ahí no le vino la fama. La farna se la puso en la mano el ingenio de El Pipo. Sin embargo, ésta ya no es historia de espontáneos.

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