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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

España-OTAN

Toda España conoce la odisea que pasó el señor Rupérez cuando fue secuestrado por ETA. Nos imaginamos, estremecidos hasta la raíz de los cabellos, su zozobra anímica, su temor ante la incógnita de las intenciones finales del grupo de pistoleros que le tenían en su poder.Gracias a Dios -más que a los millones que se pagaron por su vida y a la infructífera actuación de varios Gobiernos- le tenemos felizmente de nuevo entre nosotros. Y nos alegramos, porque un hombre de su valía es imprescindible a nuestro país.

La persona que ha vivido en carne propia ese trance inicuo puede desarrollar en su psique encontradas reacciones que le marquen indeleblemente en lo futuro. Una de ellas llega a ser el ansia constante de evitar por todos los medios que vuelva a ocurrir tal hecho, y se rodea de cualesquiera medidas de seguridad; otra, el odio inextinguible y el deseo de venganza.

El señor Rupérez es un partidario acérrimo de la entrada de España en la OTAN. Nos solidarizamos en su infortunio; en esto otro no podemos hacerlo. Estas últimas semanas, con un lenguaje impropio, con un desprecio absoluto hacia el derecho que todos tenemos de decidir directamente en tema tan capital, nos lo viene negando, y afirma, rotundo, que no se convocará referéndum y será su voluntad la que se cumpla.

Es desatinado suponer que el señor Rupérez, dando de lado su ecuánime y probada honestidad, haya llegado a algún acuerdo para que naufrague la independencia de nuestra patria, ya que mantiene tan clamorosamente su antidemocrática postura. Pidiendo perdón por ese bajo supuesto de ruín beneficio, ponemos la imaginación a volar y descubrimos que su subconsciente le ha jugado una mala pasada al señor Rupérez.

El cree, en su simplista apreciación, que, integrados de lleno en la OTAN, no sólo los ejércitos extranjeros se aposentarán en España, sino que también los servicios secretos civiles y militares, con sus ramas de 007 con licencia para matar, tendrán libre paso por todo el territorio nacional, por lo que deduce que el terrorismo de ETA y demás desaparecerá, y la segutidad personal de los importantes se verá incrementada.

Olvida, en forma imperdonable, los ejemplos trágicos de Italia, Alemania, Grecia y Turquía, que hace años están en la OTAN.

Y el terrorismo no ha sido erra dicado de esos países, sino que se sospecha que es acunado por no se sabe qué ocultos valedores en el interior del mismo aparato del Estado. Si su impulso le motivara cierto soterrado complejo de indefensión, debería examinarlo seria mente, con coraje, y hallarle una salida persónal, que restilta ser la única.

Porque los españoles no somos terroristas ni secuestradores; aspiramos a vivir de nuestro trabajo, cosa que no nos dejan y que este Gobierno se ve incapaz de proporcionárnoslo: ahí tiene un objetivo prioritario a cumplir, si lo cree de su incumbencia. Porque la democracia y la Corona no se defienden con actitudes tan peregrinas como las del señor Rupérez. Y, finalmente, porque la decisión válida en el contencioso OTAN ha de sa lír inapelable de las urnas y no del albeldrío del señor Rupérez ni de ningún Gobierno minoritario y de sacreditado.

Allá cada cual con sus personas en privado; pero, públicamente, la vergüenza y el honor son virtudes que jamás deben ponerse en entre dicho.

De salirse con la suya, sin tene en cuenta este obligado requisito del referéndum, la oposición parlamentaria, que también dice esta en contra, ha de dejar bien claro jurado ante los evangelios, que si ganan las elecciones de 1983 pro cederá a convocar referéndum que solvente definitivamente el tema con respeto a las consecuencias que se deriven.

De no hacerlo así, esté segura que quedará como corresponsable tácita. Y si por las urnas ahora es oposición, por las urnas dejará de serlo para no ser nada. Se terminarán las buenas palabras sin hechos que las respalden, y quedaremos todos encarados ante el espejo, desnudos y sin pactos./

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