Adiós a la guillotina
UNO DE los instrumentos más odiosos de la técnica moderna acaba de quedarse fuera de uso: la guillotina. La decisión del Gobierno francés de abolir la pena de muerte merece el saludo de todos aquellos que son partidarios de un proceso de la civilización que se haga en favor del hombre. Francia era el único país de la Europa occidental que mantenía esta forma de suplicio; se ha incorporado a un sistema que ella misma inauguro con la Revolución Francesa, aunque no pueda ocultarse la paradoja de que esa revolución liberadora fuese la misma que produjo el aparato siniestro. No es una mera contradicción: la Revolución Francesa apuntaba ya el más bien lúgubre deseo de que las ejecuciones fuesen realizadas con el menor dolor posible. Fue una propuesta realizada por el médico y diputado de la Constituyente doctor Guillotin y preparada técnicamente por un cirujano, el doctor Louis, de donde sus dos nombres: el cariñoso y popular de "Ia grande Louison" y el oficial de guillotina. El doctor Guillotin tuvo más adelante la ocasión de experimentar lo útil y agradable de su invento, puesto que él mismo fue guillotinado. Si las investigaciones científicas contemporáneas son exactas, la guillotina está lejos de ser el invento perfecto para humanizar lo que por otra parte es inhumano. Se ha podido demostrar que las cabezas y los cuerpos siguen viviendo durante un tiempo por separado; incluso algún testigo de ejecuciones ha declarado que ha podido mantener una forma de conversación -por abrir y, cerrar de ojos- con cabezas decapitadas. Hay una colección de descripciones horribles del suceso; aparte de que la inhumanidad principal de la pena de muerte no está sólo en el momento de la muerte en sí, sino en todo lo que la precede, y que a veces, como en el mismo sistema penal francés y, sobre todo, en el de Estados Unidos -donde hay en estos momentos 850 condenados a muerte-, pueden mediar años entre el pronunciamiento de la sentencia y su cumplimiento. Lo que este aspecto de las garantías de defensa y apelación tiene para el procesado está devaluado por la larga tortura del condenado.La guillotina ha cumplido en este mes de agosto 189 años. Una edad demasiado larga para una dama sin piedad. Hay un deseo firme de que sus otras hermanas anteriores y posteriores mueran también lo antes posible. Cada vez más, el dato de la pena de muerte se une a otras constantes que separan los países donde la civilización humanística se retiene de aquellos en los que pogresa. Francia ha colmado ese retraso, que la democracia española cubrió con su Constitución. Aquí todavía hay algunos sectores que pretenden el regreso a la pena de muerte. También, si se analizan los demás datos psicológicos y políticos de esos sectores, se verá que están con un considerable retraso con respecto a la civilización del hombre.
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