_
_
_
_

Ronald Reagan sabía que las maniobras de la Sexta Flota podrían causar un incidente con Libia

ENVIADO ESPECIAL, A las 72 horas del incidente libio-norteamericano, en el que aviones de la Sexta Flota estadounidense derribaron a dos cazas libios de fabricación soviética en aguas del Mediterráneo, la pregunta sobre quién provocó el incidente puede contestarse, en opinión de observadores imparciales de esta capital, con la sentencia evangélica "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Porque, si bien parece fuera de toda duda que los cazas libios dispararon primero -y los americanos disponen para probarlo de las cintas grabadas en árabe con las conversaciones de los pilotos libios, previas al incidente-, también es verdad que en las altas esferas políticas y militares de Washington se sabía perfectamente el riesgo que se corría de tener un conflicto con los libios, caso de mantenerse las maniobras de la Sexta Flota en unas aguas como las del golfo de Sidra, consideradas por Trípoli como aguas territoriales libias.

Más información
Moscú antepone las negociaciones sobre desarme con Washington a su apoyo a Gadafi
EE UU descarta la nacionalización de sus compañías petroleras en Libia

Conviene recordar que Gadafi, en una decisión unilateral adoptada en 1973 y no aceptada por ningún país occidental importante declaró como aguas territoriales libias la totalidad del golfo en cuestión, así como una zona de doce millas (doce, y no doscientas) al norte de una línea imaginaría que uniría los dos promontorios que guardan las dos entradas del golfo.A partir de ese año y con el fin de dejar bien claro que Estados Unidos no aceptaba esta decisión un lateral, aviones y barcos de guerra norteamericanos cruzaron varias veces esa línea de las doce millas. Washington sólo reconocía tres millas al norte de la entrada del golfo. Sin embargo, estas incursiones periódicas fueron suspendidas el pasado año por el presidente Carter, con motivo de la crisis de los rehenes norteamericanos, para no causar tensiones innecesarias en una zona conflictiva.

Pero los hechos se encargan de probar a diario la diferencia de actuación entre la vacilante y contradictoria política de Carter y la decidida y firme de Reagan desde que el líder republicano ascendió, el pasado enero, a la Presidencia de Estados Unidos. Hay un consenso general en que el místico líder de Trípoli constituirá una de las bestias negras de esta Administración que le ha usado en repetidas ocasiones por boca del secretario de Estado, Alexander Haig, de "fomentar el terrorismo internacional". Ante este planteamiento, el incidente tenía que producirse más pronto o más tarde.

El propio Reagan reconoció ayer en California, donde pasa sus vacaciones veraniegas, que su Administración conocía los riesgos de esas maniobras, pero explicó que Estados Unidos tenía la obligación de velar porque no se produzcan violaciones de las aguas internacionales y del libre derecho de paso en las mismas, añadiendo que este tipo de incursiones no constituía un hecho nuevo. "Normalmente, nuestra flota entra en las aguas del mar Negro de la misma forma que los soviéticos recorren periódicamente el Caribe", dijo.

Reagan, agresivo

Más tarde, en una alocución a la tripulación del portaviones nuclear Constellation, gemelo del Nimitz , y desde donde el primer mandatario presenció unos ejercicios aeronavales, Reagan, que aparecía pletórico de forma, se deshizo en alabanzas del poderío militar norteamericano. Su discurso, considerado por el New York Times como uno de los más agresivos desde su toma de posesión, constituyó toda una justificación de su política de rearme y de firmeza.

Ante el entusiasmo de su auditorio militar, Reagan, que protegía su cabeza del sol de California con una gorra del Constellation con la inscripción "Commander in chief" "Comandante en jefe), afirmó que "amigos y enemigos deben enterarse por igual de que América tiene !a fuerza necesaria para apoyar sus palabras, y que barcos como este y, hombres como vosotros constituyen precisamente esa fuerza". Y, por si hubiera alguna duda sobre su opinión acerca del incídente, Reagan añadió que "la potencia de fuego de la flota no sólo me impresiona a mí, sino que también impresiona a los enemigos de la libertad, y de ello tuvimos un ejemplo con lo que octirrió anteayer en el Nimitz". Tampoco ocultó sus sentimientos hacia el régimen de Gadafi. A la pregunta de si sentiría mucho la caída del líder libio, el presidente contestó, irónicamente: "Me temo que los diplomáticos no me dejarían contestar esa pregunta" .

Por la diferencia horaria con la costa oeste, Reagan no fue informado del incidente hasta seis horas después de haberse producido. Fue su ayudante personal y secretario general de la Casa Blanca, Ed Meese, el encargado de despertarle a las 4.30 horas (hora de Califorma), dos horas después de que la noticia estuviera en los medios informativos. Esta decisión, critícada en círculos del Congreso, fue defendida por Reagan con esta simple explicación: "Los derribados fueron los líbios. Si hubiera ocurrido a la inversa y los derribados hubieran sido los nuestros, me habrían despertado inmediatamente

Incidente zanjado

Washington considera cerrado el incidente en estos momentos, hasta tal punto de que ni siquiera ha notificado del mismo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se ha limitado a presentar una nota de protesta a Trípoli a través de Bélgica, país que repre senta los intereses norteamerica nos en Libla desde la ruptura de relaciones entre los dos países en la primavera de este año.

Por su parte, funcionarios nor teamericanos han reafirmado que las maniobras norteamericanas en el golfo de Sidra tenían por objeto, más que provocar a los libios, realizar una demostración del poderío de EE UU a los amigos de Washington en la región, tales como Egipto, Tunicia, Marruecos, Sudán, Israel y Arabla Saudí, especialmente desde la aventura militar libia en el Chad y las conti nuas amenazas de Gadafi hacia Sudán y Tunicia. Que el incidente no era totalmente premeditado parece abonarlo el hecho de que ni Reagan ni Haig ni el vicepresidente Bush estaban en Washington en el momento de ocurrir. Los tres se eneontraban de vacaciones, en California los dos primeros, y en Maine el tercero. Y el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, es taba de paso en la capital federal camino de Londres. Pero. premeditado o no, lo cierto es que el resultado ha satisfecho por igual tanto a la Administración como al americano medio, cansado este último de las continuas humillaciones sufridas por su país durante el mandato de Carter.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_