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Venta de reses no aptas para el consumo en León

Un número indeterminado de reses enfermas ha sido vendido en la localidad de Quintanilla de Sollamas, a unos treinta kilómetros de León, para consumo humano, según una información publicada ayer por la Prensa local. Las reses fueron adquiridas por carniceros de otras, localidades a precios inferiores, en algunos casos, a las 5.000 pesetas y, al menos en uno, por sólo 2.000.Durante las dos últimas semanas, catorce vacas han tenido que ser sacrificadas y alrededor de otras treinta, pertenecientes a una docena de ganaderos, están siendo tratadas de una enfermedad contraída en un bosque de robles próximo al citado pueblo. A pesar del tiempo transcurrido, la Delegación Provincial de Sanidad carecía hasta ayer de noticias sobre el tema.

La comercialización de la carne de estos animales ha tenido lugar después de que el veterinario titular de Quintanilla, Benigno Pérez, autorizara la venta del primero que había presentado síntomas de la enfermedad, por considerar que se trataba de «una indigestión» por haber comido hojas o hierbas en dicho bosque. Según el mismo veterinario, podría tratarse de un caso de intoxicación del ganado provocado por una oruga que se conoce con el nombre de procesionaria, descartándose que la enfermedad sea de origen bacteriológico. Sin embargo, no se ha llevado a cabo ningún tipo de investigación en profundidad sobre esta hipótesis.

Fuentes del Ayuntamiento de Llamas de la Rivera, al que pertenece el pueblo, han manifestado que hace cinco años ocurrió un caso parecido de enfermedad colectiva entre reses que habían pastado en la misma zona. En esta ocasión, sin embargo, se ha producido una psicosis de temor entre los ganaderos, que han preferido vender los animales a precios hasta treinta veces inferiores a los que rigen en el mercado. El cadáver de una de las vacas aquejadas de la enfermedad fue incluso quemado en el mismo monte, para evitar los gastos de desplazamiento hasta un crematorio.

Solidaridad ganadera

La primera de las reses fue sacrificada por sus dueños y su carne vendida directamente a los habitantes del pueblo, previa autorización del veterinario, que ha insistido en que ninguno de ellos ha sufrido trastornos de salud por ingerirla. Sin embargo, esta es una costumbre tradicional entre los ganaderos de la zona, que por solidaridad suelen adquirir y «repartírse» la carne de los animales que se encuentran en este tipo de situaciones, al margen de su posterior consumo.También ayer, la Prensa local intentó recoger inás información en la Delegación, de Sanidad, que, sin embargo, se negó a facilitarla de forma inmediata, exigiendo ün cuestionario previo de preguntas para ser respondidas por escrito en el plazo de «uno o dos días». Por el momento, se sabe únicamente que la hipótesis de que la enférmedad sea un caso de envenenamiento masivo de los animales se apoya en que los alimentos ingeridos por éstos se encuentran muy compactados en su estómago, hasta el punto de que «el librillo se corta como si fuese una masa pétrea».

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