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Probable dimisión del director de la CIA

El director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Casey, podría verse obligado a presentar la dimisión de su cargo si la fracción ultraconservadora de la Comisión de Espionaje e Información del Senado norteamericano concluye hoy que Casey tuvo negocios poco claros en su época de abogado.

El asunto Casey, promovido por el senador ultraconservador republicano Barry Goldwater, se complica con la publicación, por el semanario Newsweek, de un informe secreto de la CIA, aprobado por Casey, destinado a provocar un cambio político en Libia, con el asesinato, si es necesario, del coronel Gadafi, información calificada lacónicamente de incorrecta por el portavoz de la Casa Blanca Larry Speakes.Casey, que fue director de la campaña electoral que llevó a la Casa Blanca al presidente Ronald Reagan, cuenta con el apoyo presidencial. Pero la situación puede deteriorarse si la comisión senatorial dice que Casey "no es el hombre indicado para dirigir la CIA". Se habla del almirante Ray Inman, considerado por Goldwater como "un fuera de serie en materia de espionaje internacional", como eventual sustituto de Casey.

En realidad, el trasfondo político del escándalo opone a halcones contra palomas en la línea de actuación de la tristemente célebre CIA. A los duros del Partido Republicano, Casey les parece demasiado liberal.

Todo empezó hace dos semanas, cuando la Prensa norteamericana se hizo eco de documentos confidenciales que acusaban a Max Hugel, jefe de operaciones clandestinas de la CIA, de malversaciones de fondos en negocios financieros a principios de los años setenta. Hugel presentó su dimisión, sin reconocer los hechos.

"El nombramiento de Hugel fue un lamentable error", dijo Goldwater. Añadió que el hecho era suficiente para pedir al presidente Reagan la destitución de Casey.

El asunto se complicó cuando, hace unos días, saltaron a la escena pública informes sobre la participación de Casey, en 1968, como consejero de la sociedad de inversiones agrícolas Multiphonics, con operaciones poco claras. También se sumó al pasado de Casey su participación como abogado-consejero en la firma SCA, entre cuyos miembros figuró uno de los líderes de la Mafia.

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William Casey, de setenta años de edad, contraatacó las informaciones de Prensa y senatoriales con la presentación, durante el fin de semana, de un amplio expediente, en diez volúmenes, en el que aclara su pasado. Pidió "un examen rápido, para el bien de la nación", y, ofreció testimoniar personalmente ante la Comisión de Espionaje e Información del Senado, que hoy deberá decidir sobre el futuro de Casey.

Con poco más de seis meses al frente de la Casa Blanca, el presidente Reagan afronta la primera crisis que afecta a uno de los miembros clave de su Administración. A las acusaciones de los senadores Barry, Goldwater (Arizona), Theodore Stevens (Alaska) William Roth (Delaware), todos ellos republicanos, replican otros senadores, como el influyente y también republicano Paul Laxalt (Nevada) o el demócrata Henry Jackson (Washington), quien, a pesar de sus ideas muy conservadoras, advirtió de los riesgos para la sociedad norteamericana de provocar otra era de maccarthysmo, período que en los años cincuenta se caracterizó por una caza de brujas en pro de una lucha contra el comunismo.

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