200 montañeros repitieron por Gredos el recorrido descrito por Cela en "Judíos, moros y cristianos"
ENVIADOS ESPECIALESCerca de doscientos montañeros, entre los que se hallaba Rafael Termes, presidente de la Asociación Española de la Banca Privada, la patronal bancaria, han participado durante este fin de semana en la marcha por Gredos organizada por los tres grupos abulenses de montaña para conmemorar los veinticinco años de la publicación del libro de Cela Judíos, moros y cristianos. Desde Bohoyo hasta Candeleda, los vagabundos hijos recorrieron un duro trabajo durante dos jornadas, en las que siempre contaron con la presencia y el aliento del Vagabundo padre, a quien se le había perdonado la caminata en atención, según él mismo dijo, a sus muchos kilos y sus 65 años.
Poco después de las cinco de la madrugada del sábado, un grupo de mozos de Bohoyo, encabezados por el hijo de Antolín, El Paticuelo, y José, El Burraco, se encaminaron hacia el prado y las escuelas viejas donde pernoctaban los montañeros, que tenían prevista su salida a las seis de la mañana. Tras despertarlos con los gritos y canciones de rigor, les invitaron a tomar café con churros en el bar del Paticuelo. Allí se encontraba Camilo José Cela, El Vagabundo padre, como le han denominado los montañeros, para acompañarlos durante la salida. Antes de que amaneciera, los cerca de doscientos caminantes emprendieron la marcha que les llevaría hasta Candeleda.Los actos habían comenzado el viernes por la tarde en Barco de Avila, con una conferencia de Esteban Morán, profesor de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra, sobre el Vagabundo de Gredos. Glosó los pasajes más importantes de Judíos, moros y cristianos, que se referían a la Espalda de Castilla, como la definió Unamuno.
Posteriormente, Cela dio las gracias a todos los asistentes al acto. Antes de trasladarse a Bohoyo, el autor de Viaje a la Alcarria tuvo que firmar numerosos libros, escenas que se repitieron a su llegada a este «pueblo de nobles historias», como él mismo lo define.
En Bohoyo se le tributó un cálido homenaje por parte de todos los habitantes y por parte de los montañeros por medio de Aurelio Delgado Sánchez, delegado de la Federación de Montaña en Avila y alma de la marcha.
El "Vagabundo padre" baila unas jotas
Ya el sábado, mientras los montañeros cubrían la primera etapa por la garganta de Bohoyo y los Lanchares hasta llegar a la fuente de los Serranos, el Vagabundo padre esperaba en Bohoyo la llegada del helicóptero que le trasladara hasta esta última.Años antes había matado la espera en Bohoyo en casa de una viuda, cenando de forma pantagruélica: «El Vagabundo, quizá por aquello de que a la ocasión la pintan calva, se comió tres platos de judías con chorizo, una perdiz escabechada y medio jamón, de postre; se bebió lo que le dio tiempo a trasegar y, recordando que de grandes cenas están las sepulturas llenas, procuró hacer la digestión despierto. Corramos un tupido velo». En esta ocasión, antes de la llegada del helicóptero, Cela bailó unas jotas con las gentes de la localidad y posteriormente, por el aire, le trasladaron hasta la fuente de los Serranos, donde ya le esperaban los montañeros. Sin embargo, la operación no se pudo llevar a efecto por las corrientes de aire y se marcharon directamente al refugio de la laguna Grande.
Mientras tanto, los vagabundos hijos leyeron las páginas del libro en las que Cela narra la salida de Bohoyo y la llegada a la laguna Grande, en la misma fuente de los Serranos, donde el Vagabundo padre se había sentado a descansar y a beberse un tiento de vino: «El vagabundo, a fuerza de leguas y más leguas, aprendió que el agua, aun la mejor, es mala y no sirve ni para quitar la sed». La primera jornada finalizó en el refugio de la laguna Grande, donde los estaba esperando el autor de La familia de Pascual Duarte. Entre todos compartieron las viandas de las tarteras, y en la tertulia se recordaron anécdotas de otras travesías, mientras Cela mostraba a cada momento su satisfacción por este homenaje.
El domingo, el Vagabundo padre despidió a sus hijos, que se encaminaron hacia Candeleda a través del collado del Morezón, el puerto de Candeleda y la fuente de Vaciazurrones, donde el vagabundo «se zampó como un lobo los gozos de la merienda». También aquí se pararon los montañeros para leer la parte de la obra que narra el viaje desde la laguna Grande hasta Candeleda. Tampoco en esta ocasión hubo suerte, y Cela no pudo aterrizar con el helicóptero, por lo que se trasladó directamente a Candeleda.
De esta villa, el Vagabundo dice que «es como el Arca de Noé de los tres reinos de la naturaleza, a saber: el animal, el vegetal y el mineral. En Candeleda se cría el tabaco y el maiz, el pimiento, para hacer pimentón y la judía canilla, sabrosa como pocas». Una vez allí, todos los vagabundos hijos repusieron fuerzas a base de entremeses hechos con productos de la tierra, paella y cabrito con ensalada.
Posteriormente, el alcalde de Candeleda entregó una serie de obsequios a Cela y le comunicó su deseo de poner su nombre a una calle, con lo que el Vagabundo padre quedó encantado y prometió su asistencia a tal acontecimiento. El alcalde de Arenas de San Pedro, también presente en el acto, le entregó una placa con el escudo de Arenas. Finalmente, los montañeros de los grupos Almanzor, Gredos y Garganta Blanca le hicieron entrega de un pergamino en el que perdonaban la caminata al Vagabundo padre «en atención a sus muchas arrobas». Por último, el delegado de la Federación de Montaña en Avila le entregó una cormanenta de capra hispánica.
Cerró el acto Cela tomando a guasa sus muchos kilos y señalando que sintiéndolo mucho no había podido hacer la caminata, porque si de su barriga se hicieran bistés habría para evitar gran parte del hambre que se padece en el mundo. A continuación intervinieron diversos grupos folklóricos ante la presencia del propio Cela.
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