El suplicio de los perros

El Ayuntamiento de Madrid debiera haber acabado ya tajantemente con el suplicio que vienen suponiendo para innumerables familias los perros del Canódromo de Canillejas, los cuales deben «almacenarse» en sitio aislado, donde no se los oiga, como ya se hizo hace tiempo con los del Canódromo de Carabanchel.Los médicos conocemos bien lo que supone que las personas tengan que esclavizarse a los barbitúricos, por culpa de que unos u otros ruidos -muchas veces evitables- impidan el sueño. Este tipo de agresión es tan grave y tan injusto, que debiera castigarse con toda severidad, como se hace en otros países europeos. Los actuales ayuntamientos, en la medida que se consideren democráticos -y no demagógicos-, debieran luchar contra el ruido con la máxima energía. Lo que ocurre, por ejemplo, en esta tierra nuestra con el cruento terrorismo acústico de las motos es algo que no tiene nombre.

En cuanto a los perros, la Ordenanza sobre Protección del Medio Ambiente dispone, en su artículo 21,2 que «la tenencia de animales domésticos obliga a la adopción de las precauciones necesarias para evitar molestias al vecindario». En Canillejas aguardan que el Ayuntamiento democrático cumpla de una vez las ordenanzas y que no olvide que no hay actividad alguna cuya licencia sea irrevocable, pues toda licencia se entiende concedida siempre sin perjuicio de tercero. Médico.