Muddy Waters en Vitoria: el personaje de un mito
La sucesión de festivales de jazz que hay este verano en España está contando con una suerte buscada: la de la buena organización y la de los excelentes intérpretes. El certamen de San Sebastián, que acaba de clausurarse, y el de Vitoria, que acaba de comenzar, son buenos ejemplos de esa fortuna que este año están teniendo los aficionados españoles.
El pasado martes continuó celebrándose el V Festival de Jazz de Vitoria, con la presencia de una leyenda viva del blues: Muddy Waters, maestro de todos.El festival sigue su marcha con una organización que mantiene una puntualidad suiza y cuyo único fallo detectable es una cierta falta de fluidez para la información. Así, y aunque no figure en el programa oficial, se están proyectando películas de jazz, y el batería de Oscar Peterson, Martin Drew, fue sustituido por Terry Clarke sin previo aviso.
Eso y una cierta ingenuidad en cuanto a los potenciales problemas de orden no oscurecen un festival que va camino de asentarse definitivamente y que se extiende a la ciudad gracias, sobre todo, a la Lunts Jazz Kapell, que hoy mismo estaban animando la sobria, audaz y peligrosa plaza de los Fueros vitoriana.
Muddy Waters, este prototipo del blues de posguerra, del blues electrificado, estuvo aquí. Con sus 66 años a cuestas, pero impresionante. Ya es muy mayor, por lo que en cada una de las dos partes del concierto apareció después de que los músicos de su banda nos hubieran obsequiado con un muy buen blues que no podía hacer olvidar al jefe.
Este hombre ha entrado ya en el nirvana de su propia música y, haga lo que haga, posee el toque del genio. Su guitarra ha sido imitada por casi todos los músicos de rock, desde Jimmy Hendrix a Eric Clapton; sus canciones y sonido parecen no pertenecerle, de tantos frutos que han dado. Su manera de decir las palabras sigue emocionando. Por eso cuando algunos de entre el público se asombraban gozosos de que aquello sonara a los Stones, no hacían sino pagar el debido homenaje al gran abuelo. Pero es que además Muddy Waters influyó también en el mucho más difícil terreno del blues, con alumnos como Buddy Guy, Willie Dixon, Otis Span o Junior Wells, entre otras docenas de la misma talla.
Y aquí, en Vitoria, nos regaló toda esa sabiduría. Es como esos cantaores andaluces viejos que ya no tienen tanta voz, pero que saben tanto y son tan profundos. Sólo que McKinnley Morganfield (su verdadero nombre, con el que firma las canciones: Muddy Waters, quiere decir aguas cenagosas) no está tan decrépito.
Se ve que tiene que cuidarse, pero eso es humano y no importa cuando coge su guitarra aulladora, tan venerable como él, y empieza a tocar. Eso es gloria bendita a media marcha, una armónica llorosa, un bajo caminante, un piano saltón y tres guitarras para dar cuerpo. Como en la Big Band de San Sebastián, es difícil creer que esté ahí. Dicen de él que es un mito, pero más bien parece el personaje del mito. Parece el héroe.
Babelia
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