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Sólo grupos de extrema derecha se presentan a las elecciones guatemaltecas

A nueve meses de las elecciones generales nadie cree en Guatemala que las urnas vayan a resolver nada. La izquierda ha optado ya por echarse al monte y la Democracia Cristiana se esconde en sus cuarteles de invierno, bajo el punto de mira de las bandas paramilitares. Despejado el paisaje de opositores, la botica electoral sólo ofrece fórmulas de extrema derecha. La única incógnita que queda por despejar es si se mantendrá la tradición de los generales presidentes o si se promoverá a un civil para mejorar la imagen.En un país agobiado por el miedo, donde la violencia política se cobra más de veinte muertos diarios, donde cuatro millones de guatemaltecos (cerca del 60% de la población) no han superado el estadio del hambre, el analfabetismo y las enfermedades endémicas, la derecha sigue señalando a la guerrilla como el único problema real, origen de todos los demás.

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El ingrediente básico de todas las recetas electorales es el exterminio de la guerrilla. Poco importa que desde 1954 hayan muerto más de 100.000 guatemaltecos en las luchas políticas y que esto haya servido tan sólo para engrosar las filas guerrilleras. Para la derecha guatemalteca, probablemente la más cerril de todo el continente americano, su país no tiene otra salida que la eliminación física de todos los subersivos.

El diputado Leonel Sisniega, portavoz del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el partido más ultraderechista de Guatemala, a pesar de su nombre, explica la situación así: "Mientras no destruyamos a la guerrilla no habrá ni inversiones extranjeras ni turismo ni créditos exteriores. A la guerrilla sólo se le puede ganar por la fuerza. Hasta ahora hemos hecho como el jardinero que mata las hormigas. No estaremos seguros hasta que no lleguemos al hormiguero".

Cuatro grupos armados

Cuatro organizaciones armadas operan en las zonas periféricas, fundamentalmente en los departamentos de Huehuetenango y El Quiché, con algunos asaltos esporádicos a la capital. Aunque desde hace varios meses funciona, en teoría, una dirección única, cada grupo hace la guerra por su cuenta, con dos siglas especialmente activas: ORPA (Organización del Pueblo en Armas) y EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres).Al margen de su dispersión organizativa, no parece que la guerrilla guatemalteca pueda tener a corto plazo el potencial necesario para inquietar seriamente a un ejército bien equipado, que cuenta, además, con el apoyo de somatenes ultraderechistas en las más remotas aldeas.

En este contexto de enfrentamiento civil, la Democracia Cristiana sueña secretamente con ser el centro político que pueda salvar algún día al país de la guerra. Pero en el callejón guatemalteco tampoco parece quedar ya sitio para ellos. La extrema derecha los rechaza y los persigue a muerte, como si se tratara de peligrosos marxistas.

Bajo el mando de Romeo Lucas. más de 150 dirigentes democristianos han sido asesinados por la extrema derecha. Su secretario general, Marco Vinicio Cerezo, escapó milagrosamente con vida el pasado día 14 de febrero, al ser atacada su furgoneta blindada con granadas y metralletas en pleno centro de Guatemala. La policía, que asistió impasible al atentado, intervino únicamente para detener a dos de sus guardaespaldas cuando éstos contestaron al fuego de los atacantes.

El juez los condenó por atentado a la autoridad. En un régimen que sistemáticamente elimina al oponente, ellos han sido durante unos meses los únicos presos políticos de Guatemala.

A la Democracia Cristiana, acusada de marxista por la derecha y de colaboracionista por la izquierda, no le quedó hace dos años otro recurso que retirar del Congreso a sus tres diputados supervivientes y refugiarse en las catacumbas, después de cerrar todas sus sedes y hacer un llamamiento a la población para que pusiese en práctica métodos de autodefensa.

El cuartel general de los democristianos es hoy un pequeño chalé de altos muros, protegido por varias decenas de fusiles y metralletas. En esta casa, propiedad de los padres de Cerezo, vive la familia del secretario general encerrada a piedra y lodo.

Raquel de Cerezo, esposa del secretario general y máximo portavoz del partido en su ausencia, cree que Guatemala camina aceleradamente hacia la guerra civil. "Estamos en una dictadura institucionalizada, donde las elecciones se adjudican a quien quiere el ejército, que es el elemento hegemónico. Por otra parte, tanto la izquierda como la derecha quieren borrar del mapa político al centro, que somos nosotros. En un enfrentamiento abierto de este tipo, la derecha lleva las de perder, porque la miseria es un buen caldo de cultivo para la izquierda.

"Estamos agotando el tiempo", repite esta profesora de universidad que no ha podido pisar su aula en dos años. Vivimos en un clima de arbitrariedad y de terror. O se abre el sistema a todas las fuerzas políticas reales, o no habrá más salida que la guerra civil.

A la vista de los periódicos y los noticieros de televisión se diría que la guerra es casi un lecho. El pasado 19 de junio, los dos diarios de la capital daban cuenta de veintidós muertos y seis desaparecidos. El día anterior había sido particularmente satisfactorio para las fuerzas de seguridad: habían eliminado a diez guerrilleros en El Petén y a otros dos en Villa Nueva.

La actividad de las bandas paramilitares no había sido menor: cinco baleados en Totonicapán, un hombre secuestrado y muerto a la salida de la cárcel, el alcalde democristiano de Chichicastenango asesinado junto con su guardaespaldas, otro muerto en Malacatán, y un estudiante secuestrado.

La guerrilla había estado ese día menos activa. En su cuenta cayeron sólo tres secuestros y un atentado a tiros contra el gerente de la multinacional petrolera Esso.

Y para que todo tenga el aspecto más evidente de una guerra abierta, tampoco faltó una batalla a tiros en El Quiché, sin que llegara a conocerse el saldo del enfrentamiento. Cada bando se llevó consigo a sus muertos y heridos, como en cualquier batalla convencional en la que no hubiera vencedores ni vencidos.

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