Un pueblo intoxicado
Lo importante después de todos los acontecimientos vividos recientemente en este país en relación con la neumonía atípica no es que una serie de delincuentes se hayan puesto las botas, sino que todo un Estado haya sido ajeno a lo que en ningún momento se puede consentir en una sociedad civilizada.Dejemos atrás, en el más absoluto de los olvidos, la actuación de unos cuantos médicos, que han demostrado que no saben lo que saben; dejemos, igualmente, atrás a cientos y cientos de amas de casa que por ahorrar dos pesetas son capaces de poner en peligro la vida de sus familiares -aunque no fuese tóxico el aceite, no dejaría por ello de ser peor que otro presentado en mejores condiciones-; dejemos, en fin, de lado todo lo que ha traído y seguirá trayendo este caso, pero no dejemos y pidamos
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las responsabilidades pertinentes a un Estado que no es capaz de asegurar la comestibilidad de sus propios productos. Y el Estado, por desgracia para los ciudadanos, es el Gobierno en este país./
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