La enfermedad del Papa le impedirá gobernar la Iglesia durante meses
El Papa vuelve a tener fiebre. Por las tardes la temperatura le sube a 38 grados. Se espera para esta tarde la difusión de un nuevo parte médico sobre su estado de salud. Pero lo que más preocupa ahora en el Vaticano no es tanto saber cómo evoluciona su enfermedad, sino quién va a dirigir la Iglesia en este período. Hasta los más optimistas consideran que durante muchos meses Juan Pablo II no podrá tener las fuerzas suficientes como para gobernar la Iglesia.
Desde que el 13 de mayo pasado Wojtyla sufrió el atentado terrorista, se advierte en el Vaticano una parálisis. Todo ha quedado en las manos del secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, y del sustituto en la Secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo. Pero, en realidad, ambos se han dedicado fundamentalmente a desempeñar tareas diplomáticas.Todo está parado, sin embargo, por lo que se refiere a tomar decisiones sobre asuntos importantes. Está pendiente de resolver el caso de monseñor Teng, nombrado obispo de Cantón y después rechazado por el Gobierno de Pekín. Está igualmente pendiente el nombramiento del sucesor del primado de Polonia, el difunto cardenal Wyszynski, y parecen existir tensiones entre el grupo polaco, por un lado, que era quien decidía muchos de los problemas de la Iglesia conjuntamente con el Papa, y el grupo italiano de la curia, por otro.
Juan Pablo II no ha podido tampoco asistir a la cumbre de las iglesias de América central que tuvo lugar recientemente en el Vaticano, a pesar de que fue él mismo quien la convocó, y tampoco ha podido tratar con el cardenal Josif Slipji, jefe reconocido de la Iglesia católica ucraniana, la cuestión del intercambio de cartas que tuvo lugar en diciembre entre el Papa y el partriarca ortodoxo de Moscú.
En realidad, una de las causas de toda esta serie de problemas es que Juan Pablo II, antes de ser víctima del atentado, no había tomado ninguna decisión sobre quién debía compartir con él algunas de las mayores responsabilidades del gobierno de la Iglesia.
Arrinconar problemas
Ahora, sus más estrechos colaboradores, refugiándose en una especie de autocensura, prefieren arrinconar los problemas, sobre todo porque estaban acostumbrados a que sin el Papa no se tomaba ninguna decisión importante. Hacerlo ahora que está tan enfermo no les parece conveniente.El problema parece no tener salida porque, en el mejor de los casos, si Juan Pablo II quiere recuperar el vigor que tenía al principio de su pontificado, tiene que descansar. Y prepararse para una segunda operación que en principio estaba prevista para los primeros días de julio.
Pero existe, a este respecto, la triste experiencia de los últimos tiempos del pontificado de Pablo VI, cuando su enfermedad y sus pocas fuerzas físicas habían acumulado cientos de problemas. Fueron los que se encontró sobre la mesa de trabajo su sucesor, el papa Luciani. Era un rompecabezas tan grande, que un día el difunto Papa se echó a llorar, diciendo: "Yo no puedo con todo esto".
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