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Beguin ha incumplido sus promesas electorales de paz y prosperidad

La coalición nacionalista Likud, encabezada por el actual primer ministro, Menájem Beguin, hizo toda la campaña electoral de 1977, que concluyó con su victoria en los comicios legislativos, con el lema "la paz en el marco de la prosperidad". Cuatro años después, al término de su mandato, y de cara a las elecciones legislativas del próximo martes, no ha cumplido ninguna de sus dos promesas. El desarrollo del acuerdo de paz egipcio-israelí de Camp David, con la concesión de una autonomía relativa a la población palestina, está aún por hacer, mientras la tensión crece en las fronteras israelíes con Siria y Líbano. El Estado judío se encuentra más aislado que nunca.

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Cuando, en noviembre de 1977, Menájem Beguin recibía en Jerusalén al presidente egipcio, Anuar el Sadat, y en marzo de 1979 firmaba en Camp David el tratado de paz con el más poderoso enemigo de Israel, Egipto, el líder del Likud. parecía en buen camino para conseguir sus propósitos.Pero el acuerdo de Camp David no era sólo un tratado de normalización de relaciones entre El Cairo y Tel Aviv, sino que ponía en marcha un proceso tendente a otorgar una autonomía limitada a los 1.400.000 habitantes de Cisjordania y Gaza, territorios ocupados por Israel desde 1967.

Al término de quince meses de arduas negociaciones entre egipcios e israelíes sobre la autonomía palestina, los escasos progresos realizados incitaron al presidente Sadat, el 8 de mayo del año pasado, a suspender indefinidamente las conversaciones.

Las propuestas israelíes y egipcias, estas, últimas frecuentemente respaldadas por los representantes norteamericanos en la negociación, constituían un auténtico catálogo de divergencias a propósito del grado de autonomía del que podrían gozar los habitantes de los territorios ocupados.

Además de continuar asumiendo la política exterior y la defensa de Cisjordania u Gaza, Israel quería, en contra de la tesis egipcia, seguir haciéndose cargo del orden público y de la seguridad interna, administrar los asentamientos judíos, los recursos naturales y energéticos y controlar la acuñación de moneda, la Prensa escrita y audiovisual, las comunicaciones internacionales y el sistema bancario.

Frente a un Beguin que reiteraba sistemáticamente el "derecho inalienable de Israel" a la soberanía de Gaza y Cisjordania, los egipcios, más preocupados por el cumplimiento del plan de evacuación del desierto del Sinaí, optaron por aplazar la negociación.

Paralelamente a la negociación de Camp David, el Gobierno Likud tomó también contacto, a finales de 1977, con el rey Hussein de Jordania, al que el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Moshe Dayan, propuso en vano devolverle parte de Cisjordania, según reveló el propio Beguin a tres periodistas norteamericanos. Hussein rechazó la oferta, por considerarla insuficiente.

Tensión en Cisjordania

El constante deterioro de la situación en la orilla occidental del río Jordán y en la franja de Gaza fue la causa determinante del endurecimiento de Tel Aviv en su negociación con El Cairo:

En Cisjordania, los cuatro años de legislatura del Likud se caracterizan por la aparición de una resistencia interna que, con huelgas, marchas de protesta y apedreamiento de vehículos militares, manifiesta casi a diario su hostilidad a la ocupación y a la multiplicación de las colonias de población judía.

El 2 de mayo de 1980, la resistencia interna ejecuta su más espectacular atentado en catorce años de ocupación, al asesinar a seis soldados seminaristas israelíes y herir a otros diecisiete, todos ellos custodios de dos centros relígiosos judíos que acababan de ser instalados en la localidad árabe de Hebrón.

Desde ese momento, escribe Reuven Meltzer, director del semanario en castellano de Jerusalén Semana, "el carácter liberal de la ocupación de los territorios, del que se vanaglorió Israel durante años, llega a su fin".

Una represión sin precedentes sumerge a Cisjordania. La ola represiva alcanza su punto culminante en Junio-julio de 1980, con la expulsión por el Gobierno de los alcaldes árabes de Hebrón y Jaljul, Fahed Kawasmed y Mohamed Melhem; la prohibición del único organismo legal palestino, el Comité de Orientación Nacional, y con la colocación de bombas por extremistas judíos en los automóviles de los alcaldes de Nablus y Ramallah, Bassam Chakaa y Karim Jalaf.

Paralelamente, en un deseo de rematar la obra emprendida antes de las elecciones de junio, Beguin inicia en enero una auténtica carrera contra reloj para reforzar la colonización judía de CisJordania, al tiempo que prohibe a la población árabe edificar a lo largo de las principales carreteras.

Esta política de hechos consumados fue denunciada en el Kneset (Parlamento) por Haim bar Lev, secretario general del Partido Laborista, que acusó al Gobierno de "ceder a las presiones de los extremistas religiosos del Gush Emunim (Bloque de la Fe) y del rabino de Kahana", que se esfuerzan por hacer inviable cualquier proyecto de autonomía o restitución de los territorios.

La efervescencia cisjordana ha empezado a contagiarse a los 600.000 árabes con nacionalidad israelí -14% de la población-, como demuestran las decenas de detenciones por actividades terroristas practicadas en Galilea en los dos primeros meses de este año.

Pero, más aún que la generalización de Camp David o la explosiva situación de Cisjordania, lo que de verdad preoupa al Gobierno Likud es el posible enfriamiento de sus relaciones con Washington. Beguin, sin embargo, no evitó las iniciativas -desde la proclamación de Jerusalén, en julio de 1980, como capital eterna e indivisible de Israel, hasta el bombardeo del reactor nuclear iraquí de Tamuz-, que le indispusieron sucesivamente con las administraciones de Carter y Reagan.

Tel Aviv confiaba en que Reagan fuese un aliado más seguro que el anterior presidente, quien, en un alarde de osadía, llegó a proponer un plan para congelar la política de asentamientos -inmediatamente rechazado por Israel-, se mostró preocupado por la muerte en huelga de hambre de algún preso palestino y, en un gesto interpretado como un auténtico desafío al Gobierno de Beguin, invitó a Washington, en abril de 1980, a Shimon Peres, líder de la oposición laborista.

Para congraciarse a la nueva Administración republicana, el Gabinete Likud, renunció incluso a defender ante el Kneset el proyecto de ley de anexión de los altos del Golán, presentado por el partido de extrema derecha Renacimiento, y que fue rerhazado, en marzo pasado, por amplia mayoría.

La crisis de Líbano y, sobre todo, el bombardeo por la fuerza aérea israelí del centro nuclear iraquí de Tammuz, condenado por el Consejo de Seguridad de la ONU con el voto de Estados Unidos, acabarán por decepcionar a las autoridades hebreas de la Administración Reagan.

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