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"Los rojos de París" y Washington

George Bush no se esperaba, cuando anunció el 6 de junio a Claude Cheysson su intención de visitar a Mitterrand, que su llegada a París coincidiría con la presencia de los comunistas, por primera vez desde el comienzo de la guerra fría, en un Gobierno francés.Habría sido sorprendente que estuviese encantado. Para la inmensa mayoría de los americanos, un rojo es un rojo y, por consiguiente, un agente soviético. Pese a algunos artículos relativamente favorables en la Prensa, sobre todo en el New York Times, les es difícil comprender por qué el presidente de la República ha de cidido abrir las puertas M Gobierno a esos compañeros molestos, cuando el partido socialista y el Movimiento Republicano de Izquierda (MRG) disponen de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

El hecho de haber sido jefe de la CIA, como es el caso del actual vicepresidente, no predispone necesariamente a pensar de otra forma, sobre todo cuando se pertenece al Gobierno más conservador -y uno de los más antisoviéticos- que Estados Unidos ha conocido desde hace medio siglo. Y se pueden imaginar fácilmente las inquietudes de los queridos militares de la OTAN con respecto a las consecuencias de la participaciór. de los comunistas en el poder de un país miembro, cuando el general Haig, comandante supremo en Bruselas en 1975, las había expresado públicamente sobre Italia, en ese momento aquejada del mal del compromiso histórico. ( ... )

Es verdad que se trata de un compromiso indudablemente hipócrita y que la mayoría de los que lo suscribieron, la URSS en primer lugar, lo han violado de diversas maneras. Por otra parte, no es usual, entre paises que se declaran democráticos, expresar opiniones sobre la forma de constitución de sus Gobiernos.

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¿Por qué, pese a todo, ha hecho pública una preocupación sobre la que el Departamento de Estado se ha creído en la obligación de insistir, en un tono sencillamente más enérgico? Estados Unidos tiene la fortuna de encontrar actualmente en París un presidente de la República que conoce a los comunistas infinitamente mejor que ellos, que se hace menos ilusiones que su predecesor sobre la URSS y que sobre los euromisiles y Afganistán tiene unos puntos de vista más firmes.

De buen o mal grado, los amigos de Marchais, para entrar en el Gobierno, han debido aprobar esta política. Los americanos deberían sentirse satisfechos.(...)

26 de junio.

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