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Tribuna
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Las abortistas

Tierno Galván, en sus recientes memorias, tiene el detalle de no citar otros escritores contemporáneos que Cela y yo:-Umbral tiene una personalidad mágica-dice.

Mágica en otro sentido que el levantadamente lírico a que parece aludir el viejo maestro. Mágica en el más modesto sentido de adivinatoria, porque el otro día terminaba yo esta columna diciendo que ya que no una policía (espiritual o municipal) tenemos una angeología: la de los pequeños príncipes morodos, garrigues, tamames, herreromiñones, oscaralzagados que apelan al individualismo profético de los milenios y se internan en la noche con su avión de dos motores, como Saint-Exupery (Saint-Exupery fue el que más perdió la guerra y el que más ha tardado en perderla: hasta ahora no se había sabido de su destino). Bueno, pues efectivamente tenemos una policía municipal que no es nada espiritual, por cómo ha echado a las feministas de su encierro en la Casa de la Villa -zorras, zorras-, episodio que preveía yo también en reciente columna, recordando un caso en que le dije al guardia:

-Pegue, si es su oficio, pero no opine. ¿Por qué las llama zorras?

Aquí el robot, que había estado de copas con Forges el sobrio, escribió peque por pegue, y acertó, porque se peca en Sade, se hace sadismo cuando se pega a una mujer, aunque sea por orden del señor Barrionuevo. Tierno, hombre del XVIII, tiene un ángel custodio llamado Hegel. Barrionuevo, que también viene del XVIII, como todo lo que es Orden, tiene un ángel custodio llamado Sade. Y él no lo sabe. Sade y Hegel se enredaron a tortas la otra mañana en la escalinata consistorial, mientras Tierno ponía punto final a sus Cabos sueltos y le quedaba suelto, precisamente, un cabo de la policía municipal, que era el que más pegaba a las encerradas.

Asimismo, tengo escrito de las muchachas rojas del tardofranquismo, que han quedado en el costumbrismo desacostumbrado como progres, y he aquí que yo me preguntaba por ellas, qué se hicieron y ahora rebrotan, con los ju¡cios de Bilbao, vuelven a hacer sentadas, encierros, cosas, porque el tema del aborto está como sigue: hay en Madrid finos señores abortadores que empiezan así la consulta:

-De modo que tan pequeña y ya con estos líos, bueno, no sé muy bien lo que te pasa, esto te va a costar, esto te va a costar..., depende de que seas o no seas buena chica, a lo mejor te hago una rebaja; si me caes bien y eres cariñosa, o hasta te lo hago gratis, no sé lo que tienes, ya digo, aún no te he mirado, tengo que buscar fecha, estoy tan ocupado, ¡ah!, y tenemos que encontrar un día que no den partido por la tele, yo es que no me pierdo un partido por la tele, ¿sabes?, mi whisquicito y a ver a ese loco de Cabeza, que larga cantidad, mucho trabajo, ya te digo, mucho trabajo; claro que tiene sus compensaciones, el buga que me acabo de comprar ahí lo puedes ver, si miras por la ventana, lo aparco siempre en la puerta, también tengo caballos, un día tienes que venir a montar, bueno, cuando se te pase esto, claro, ahora no es momento, ay pequeña, pequeña, en qué locuras os metéis con esto de la democracia, que no es más que libertinaje, bueno, tú vuelve a verme, estás a punto...

El parágrafo es más o menos magnetofónico. Así trabaja en Madrid -para qué irse a Londres- la industria nacional del aborto cobrado en miles de pesetas o en sexo y humillación de la menor, de la estudiante, de la soltera. Esto no hay ángeles custodios ni guardias de la cosa que lo investiguen, pues que dura, pero se recrudece el juicio contra unas obreras de Bilbao que abortaron por hambre, desesperación o ignorancia. No sé qué pena tienen las bilbaínas, pero en Madrid, la que puede, aborta así, y hasta le sale enrolle con el mañoso, que, si puede y le gusta, la convierte en su esclava sexual. Y luego dicen que el aborto es caro.

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