Acusan de "alarmar a la reina" al joven que realizo los disparos de fogueo contra Isabel II
El joven de diecisiete años, Marcus Sarjeant, que el sábado disparó seis cartuchos de fogueo contra la reina Isabel II de Inglaterra, espantando a su caballo, compareció ayer ante un tribunal correccional de Londres, que decidió mantenerle bajo custodia hasta el miércoles 24 de junio, en espera del juicio, bajo la acusación de pretender alarmar a la soberana.
Simultáneamente, las autoridades británicas reforzaron las medidas de seguridad en torno a la familia real, aunque la oficina de Prensa del palacio de Buckingham insistió en que Isabel seguía moviéndose libremente entre sus súbditos.
La vulnerabilidad de la reina británica quedó patente tras el incidente del sábado, pero «la esencia de la monarquía es su visibilidad y su proximidad ocasional», comentaba ayer el diario The Times, recogiendo así el sentimiento popular de que sería inconcebible que la familia real británica dejara de aparecer en público. La Cámara de los Comunes expresó ayer su admiración por la calma, y el control de sí misma —y del caballo — de que hizo gala la monarca británica.
La Prensa de ayer era un buen escaparate del creciente debate sobre la seguridad de la familia real. En general, se pensaba que se debía aumentar su protección, especialmente a través de los servicios de inteligencia. Sin embargo, como comentaba The Guardian, los mayores servicios de seguridad en el mundo occidental no pudieron impedir el atentado contra el presidente Ronald Reagan, y si el deseo de la reina Isabel es proseguir su vida en público como antes, estos deseos han de ser respetados. The Daily Telegraph no pensaba, sin embargo, que lo ocurrido el sábado debiera llevar a revisar la protección de la familia real, pues «la vida de la reina per se no es lo más importante», sino su presencia en público. «Ella es la soberana y su monarquía viene antes que su persona». Primeros ministros y presidentes pueden ser fuertemente protegidos y seguir con sus quehaceres, opinaba The Times, pero «el quehacer de la realeza es el ser vista», y, después de todo, la sucesión de la reina está asegurada.
Los servicios de seguridad británicos están preocupados de cara a la boda del príncipe Carlos y ladi Diana Spencer el próximo 29 de julio, a la que asistirán numerosos dignatarios extranjeros. A pesar de los riesgos, la reina, la reina madre, el príncipe Carlos, su hermano Andrés y su padre, el duque de Edimburgo, viajarán todos en carruajes. Ladi Diana llegará en una carroza con grandes cristaleras, pero saldrá de la catedral de San Pablo con su marido, para volver en un landó abierto fabricado en 1902. Lo único que podría obligar a cambiar estos planes seria la lluvia o el viento.
Ley de Traición de 1842
Al joven Sarjeant se le ha aplicado la ley de Traición de 1842, que prevé una pena máxima de siete años de cárcel por el delito de alarmar al soberano (tres años, en caso de menores de veintiún años).
Esta ley fue aprobada para hacer frente a aquellos casos en los que se intenta asustar al soberano —la ley no protege a sus familiares— que causarle daños. Sólo se ha aplicado seis veces desde entonces. En 1850, un tal Robert Pate llegó incluso a herir levemente a la reina Victoria en la cabeza con un palo. En 1966, la última vez que se aplicó la ley, Jhon Morgan, de diecisiete años de edad, fue condenado a cuatro años de encarcelamiento por tirar un trozo de hormigón contra el coche de la reina Isabel, durante una visita oficial a Belfast.
El incidente del sábado ha provocado también un debate sobre el control de las reproducciones de armas que sólo sirven para disparar cartuchos de fogueo, pero que han sido utilizadas en numerosas fechorías. Los diputados David Ennals, laborista, y Eldon Griffiths, conservador, piden, como hace The Times, un control de estas armas.
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