Roger Garaudy: "La ciencia occidental es un instrumento político de colonización"
«La ciencia occidental, y muy especialmente sus aplicaciones tecnológicas, parecen destinadas únicamente a conseguir mantener a raya a los 4.000 millones de hambrientos que hay en el mundo a costa de la supremacía de sólo quinientos millones de occidentales». La afirmación fue hecha en Helsinki por el filósofo francés Roger Garaudy, actualmente director de¡ Instituto Internacional para el Diálogo entre las Civilizaciones, durante la V Conferencia. Parlamentaria y Científica del Consejo de Europa.
En declaraciones realizadas a EL PAIS en la capital finlandesa en el pasado fin de semana, el filósofo expulsado del Partido Comunista francés hace diez años, y autor, entre otros, del famoso libro Dios ha muerto, afirmó asimismo que cuando se habla de ciencia y técnica se admite implícitamente el postulado de que sólo hay una ciencia y una técnica, la occidental, cuando en realidad cada civilización se ha dado siempre aquello que necesitaba para satisfacer sus necesidades.Garaudy comentó que la cultura occidental, sobre todo después del Renacimiento, es una cultura faustiana, tanto de Fausto de Marlowe como del Fausto de Goethe, que presenta tres características definitorias: en primer lugar, la primacía de la potencia, basada en los sofistas atenienses, para quienes el bien es llegar a tener los más fuerte deseos y encontrar la manera de satisfacerlos; en segundo lugar, la primacía del concepto, basada en el hecho de que todo lo que no es reducible a la inteligencia conceptual no tiene existencia ni valor en sí; y en tercer lugar, la primacía del mal infinito que caracteriza a nuestras sociedades en crecimiento, para las que producir cualquier cosa, aunque sea inútil o mortífero, lo más deprisa posible se ha convertido en un axioma.
Los fines de la ciencia
«La opinión pública no niega la necesidad de una tecnología racional en sus detalles, pero monstruosamente irracional en su funcionamiento global. Lo que ocurre es que la gente normal condena la separación absurda de la ciencia y la sabiduría, en el sentido más clásico de la palabra. Se trata, en suma, de una clara separación, que además cada vez es mayor, entre la inmensidad de los medios puestos a su disposición y su impotencia para subordinarlos con fines humanos y no claramente irracionales, como ocurre por ejemplo con la carrera armamentista», afirmó Roger Garaudy.El filósofo francés añadió que el mundo occidental no puede ignorar al resto del mundo, cuya colonización parece haber cambiado en la forma, pero no en el fondo. «El tiempo del mundo finito, que tiende a agotarse, ya ha comenzado y con él las tensiones inevitable debidas a los intercambios desiguales, las dominaciones arcaicas, la negación de la identidad cultural de los demás, el racismo, y en conjunto ese rechazo de la comprensión de los demás que acaba por engendrar miedo y desprecio», dijo Garaudy.
En cuanto a la transferencia de tecnología, calificada por él de «problema con trampa», Garaudy señaló que en realidad no se transfiere tecnología a los países subdesarrollados, sino industrias, con capital, técnicos y armas para los negociantes, lo que da lugar a una nueva forma de dominación sobre las masas tercermundistas y a unos comportamientos destructores de su identiad cultural.
«Ya es hora de que los europeos nos demos cuenta», añadió, «de que no existen en el -mundo países desarrollados y países subdesarrollados, sino países enfermos (los nuestros, desintegrados por su modelo de crecimiento) y países engañados (los del Tercer Mundo, a los que se pretende convencer de la bondad de un modelo de desarrollo no universalizable desde el momento en que sólo es posible mediante la explotación de las nueve décimas partes del mundo por la décima parte restante. El subdesarrollo no es un retraso, sino un subproducto del modelo occidental de crecimiento».
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