The Tubes, las variedades en el "rock"
¿Es imaginable un espectáculo tipo Crazy Horse pero en rock? ¿Es posible contemplar un rapto terrorista, un sketch sadomasoquista y un mitin electoral entre miles de vatios de sonido y de luz? Sí, todo ello es posible cuando se trata de los Tubes, ese grupo increíble que actuó el pasado martes en el semilleno pabellón del Real Madrid.Pero, antes de los Tubes, había aparecido por el escenario el grupo invitado, Nash The Slash, que no era un grupo, sino una sola persona disfrazada de momia con chistera. Una presencia que, apoyada en sintetizadores, secuenciadores y cajas de ritmos, ejercitaba sus habilidades con la guitarra o con el violín, concretaba una música cercana al tecno y, finalmente, ofreció uno de los mejores entremeses que se hayan visto en concierto alguno. En realidad, el tal Nash, con su incógnito y su misterio, parecia parte del show general, sobre todo teniendo en cuenta lo que acontecería después.
Después fueron una larga serie de minutos llenos de sorpresas, de gags continuos que, lástima de idiomas, se referían a las historias que se iban desgranando en cada canción. El líder de los Tubes, Fec Waybill, pasaba de simular un deportista monomaniaco a incorporar una especie de gangster, un culturista vencido por las mujeres, un secuestrador de espectadoras, lo que fuera y se le pasara por la imaginación.
Comenzó afirmando que la televisión española era la peor del mundo y que allí íbamos a ver un verdadero espectáculo a través de ellos, de unos tubos que no son sino los catódicos. A todo esto, se proyectaban luces en una pantalla posterior, el encargado de las luces manejaba éstas como si fueran un órgano y unas chicas bailaban y ejercitaban poses gimnásticas.
Para mucha gente, aquello era parecido a lo de la Orquesta Mondragón, sólo que en americano, es decir, a lo bestia y por lo alto.
Y es que todo sonaba maravillosamente, aunque a unos niveles agresivos para el oído medio. Es que los músicos eran de una competencia fuera de lo normal, todos iban como clavos, todos ellos cantaban bien y sus canciones eran efectivas. Claro, aquello tenía el mismo punto hortera que muchos espectáculos yanquis, desde Bing Crosby hasta Neil Diamond, pasando por una convención electoral.
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