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Reportaje:

Las granjas marinas producirán en el año 2000 el 40% del pescado de consumo

Cuando una especie animal o vegetal se encuentra en peligro de extinción, no deben ser sólo razones románticas las que se esgriman para protegerla. Esa especie cumple una función específica dentro de la cadena trófica. Su permanencia resulta, por tanto., indispensable para mantener el equilibrio ecológico, base fundamental del normal desarrollo de la economía primaria: agricultura, ganadería y pesca. En el caso concreto del mar, ya no es sólo la lejana ballena la que atraviesa momentos críticos en su existencia. También el bacalao o la merluza han visto decrecer sus poblaciones ante la creciente de manda de los mercados mundiales y su consiguiente pesca abusiva. La demanda crecerá un 10% en el año 2000 y las granjas marinas parecen una solución concreta.

No ha sido sólo el acuerdo internacional de ampliar a doscientas millas la franja de aguas jurisdiccionales de cada país lo que ha sumido a nuestra flota pesquera en la profunda crisis en que se encuentra. La reducción de capturas, así como la de barcos, que nos ha sido impuesta para faenar en otros países, obedece también al drástico descenso demográfico sufrido en los últimos años por numerosas especies comercializadas. Muestra de ello son nuestros antaño ricos caladeros del Cantábrico, hoy prácticamente agotados.Por si fuera poco, la FAO estima en un 10% el incremento anual de la demanda de pescado hasta el año 2000. Según estas previsiones, a finales de siglo, el comercio mundial exigirá una producción de 150 millones de toneladas al año de este alimento proteínico. Esto plantea, dada la situación actual de los caladeros mundiales, un grave problema, ya que los acuerdos internacionales cifran en noventa millones de toneladas el máximo de capturas anuales.

En este sentido, el futuro desarrollo de una, hoy por hoy, incipiente industria -la maricultura o cultivo de las especies marinas- deberá jugar un gran papel en las dos próximas décadas. Los peces, los moluscos, los crustáceos, los cefalópodos o las algas se cultivarán masivamente en granjas marinas. Ellas tendrán que producir los sesenta millones de toneladas necesarias para cubrir la demanda de pescado en el año 2000: cerca del 40% del total de las capturas.

Una práctica milenaria

La cría controlada de especies marinas, sobre todo de algunos moluscos, como el mejillón o la ostra, se llevan a cabo desde tiempo inmemorial. Los chinos utilizan aún algunos procedimientos para el cultivo de la ostra empleados por sus antepasados. Hace 4.000 años ya se servían de bloques de piedra introducidos en el agua y, sobre todo, de cañas de bambú talladas, guarnecidas de conchas de ostra, para obtener la fijación de un mayor número de larvas.En Europa, la ostricultura data de hace, al menos, 2.000 años, traída seguramente por los romanos, quienes la importarían de China. No parece que los griegos la hayan practicado. Sin embargo, Aristóteles, después de haber descrito la anatomía de este molusco y de haberse preocupado por su reproducción, relata cómo «la flota arrojó al agua vasijas rotas y otros objetos de barro, que quedaron amontonados en el fondo. Y, con el tiempo, se encontraron ostras».

Cuenta también que «pescadores de la isla de Chío cogieron ostras en la de Lesbos y las transportaron a otro lugar del mar vecino, donde las aguas formaban una corriente. Las ostras crecieron mucho, pero no produjeron nada, a pesar de que permanecieron allí largo tiempo». Relatos que nos indican las fases esenciales de la práctica ostrícola: la fijación de las jóvenes y el traslado a un lugar propicio para su engorde y mejoramiento.

Desde aquellos primeros inicios, la práctica de la maricultura se ha ceñido únicamente a la producción de moluscos, puesto que su carácter estático permite controlar fácilmente la producción. Modernamente, ya a principios de este siglo, fueron también los moluscos e los que llamaron la atención de los actuales maricultores. Junto al aprovechamiento de los bancos naturales de ostra, almeja, vieira y otras especies. aparecen sobre las aguas unas plataformas de las que penden gruesas cuerdas, a las que se adhiere el mejillón. Son las llamadas bateas, verdaderas granjas flotantes dedicadas a la producción industrial de este molusco.

Pero no es sino hasta mediados de los años sesenta cuando se inicia el despegue de esta bioindustria. Algunos países, con Japón a la cabeza, comienzan a cultivar peces marinos, así como crustáceos y otros moluscos, llegándose a alcanzar en 1978 la cifra de 472 especies cultivadas. Ya en 1975, la producción mundial ascendía a 6,1 millones de toneladas, aproximadamente el 10% de la producción pesquera. De ellas, cuatro millones correspondían a los peces, un millón a los moluscos, otro a las algas y 100.000 toneladas a los crustáceos.

En Japón, primer productor mundial, el desarrollo de la maricultura ha sido realmente espectacular: de 110.000 toneladas producidas en 1971 pasó a 550.000 en 1975 y a más del millón en la actualidad; mientras que en Israel ha llegado a suponer cerca del 50% de su producción pesquera.

España, primer productor europeo

Los principios de la acuicultura marina en España no fueron nada halagüeños. Las dos primeras intentonas, acaecidas a finales de los años veinte en las poblaciones gallegas de Moaña y Marín, con instalaciones no flotantes, fracasaron. Sin embargo, la introducción de la batea flotante en la ría de Arosa hacia el año 1946 supuso un gran avance para el desarrollo de esta industria en nuestro país.Gracias al cultivo del mejillón, España se ha convertido no sólo en el mayor productor europeo de especies marinas cultivadas, con más de 200.000 toneladas anuales, según fuentes oficiales, seguido de Francia, con 114.000, y de Holanda, con 92.000, sino en el país que mayor rendimiento alcanza en cuanto a producción de carne por hectárea cultivada del mundo. Mediante el sistema de bateas se logran en Galicia entre 150 y 300 toneladas de carne por hectárea y año.

Es precisamente en esta región donde más y mejor se ha desarrollado esta bioindustria. El abrigo que ofrecen sus costas y la calidad de sus aguas resultan muy favorables para este tipo de actividad. La ría de Arosa, por ejemplo, es uno de los mejores lugares del mundo para ubicar instalaciones destinadas al engorde de algunas especies, caso del mejillón, la ostra o la almeja. Casi 2.500 viveros flotantes (bateas), de los 3.400 que existen en toda España, se encuentran allí enclavados y ofrecen excelentes rendimientos.

La maricultura española cuenta además con 250 parques dedicados al cultivo de moluscos, sobre todo almeja, berberecho y ostra; 940 parques-depósito de moluscos en carril, para almeja y berberecho; 109 bancos cultivados de moluscos, pertenecientes a las cofradías de pescadores, aunque de ellos tan sólo funcionan tres o cuatro; 29 estaciones depuradoras de moluscos; 151 cetáreas (almacenes de moluscos), y 72 establecimientos de piscicultura marina, ubicados casi todos en las salinas y marismas de Cádiz v Huelva. A esto hay que añadir la s concesiones que se han dado este año para la construcción de una cetárea, sesenta piscifactorías, 42 viveros para ostra y diecinueve para mejíllón.

Con todo, la acuicultura marina española está aún en sus inicios. La longitud y variedad de nuestras costas permite cultivar numerosas especies comercializables en óptimas condiciones. Al menos 60.000 hectáreas de nuestro litoral ofrecen excelentes condiciones para la instalación de industrias de este tipo. De llevarse a cabo, nos permitiría producir en breve el millón de toneladas de pescado, igualando la producción actual de Japón y la de nuestra flota pesquera.

La importancia de investigar

Cultivar no es fácil, al menos en principio. Se requieren largos períodos de investigación básica antes de conocer las pautas de comportamiento, de reproducción o los hábitos alimenticios de cada especie. Se sabe muy poco sobre la ictiopatología (enfermedades) de la fauna marina, lo que puede dar al traste en un momento con la labor de muchos meses.«Es urgente realizar investigaciones a nivel preindustrial», reclaman, por otra parte, los maricultores españoles. «No es lo mismo trabajar con unos cuantos ejemplares en el laboratorio que producirlos a gran escala. Pero la investigación es muy costosa, tanto en tiempo como en dinero. Por ello, debe ser la Administración la que realice estas primeras fases de estudio».

Las condiciones ambientales, la existencia de predadores, el anacronismo de las leyes, la ausencia de cauces de financiación, la existencia de actividades económicas competitivas y los problemas derivados del mantenimiento de las instalaciones completan el cuadro de dificultades con que se encuentra el maricultor español. Sin embargo, todos ellos son subsanables mediante la investigación. La gran esperanza de la acuicultura española se centra en el Plan Estratégico de Acuicultura (PEA), ya elaborado y presentado al ministro de Agricultura para su discusión en el Consejo de Ministros.

El mar sigue siendo la gran reserva alimenticia y energética de la humanidad. Los peces bien alimentados transforman la energía mejor que otros muchos animales. El profesor Hasting les asigna rendimientos entre el 15% y el 28%, mientras que el correspondiente a los pollos oscila entre el 12% y el 15%, y el de los huevos no sobrepasa el 10%-12%.

La parte comestible de los peces varía entre el 50% y el 70% del peso fresco. Su contenido en proteínas, cercano al 20%, es de tanta o mayor calidad que el de la carne, y de fácil digestión, entre un 90% y un 95%. No obstante, el capítulo que quizá alcance mayor importancia en el futuro sea el cultivo de algas unicelulares, capaces de aprovechar hasta en un 5% la energía procedente del sol, mientras que globalmente sólo se absorbe el 0,1% de la energía recibida en la superficie de la Tierra.

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