Los Reyes de España telefonean asiduamente a Roma
El papa Juan Pablo II, en su habitación de reanimación, pudo ser informado ayer que los Reyes españoles telefonean continuamente al embajador de España ante la Santa Sede, Puig de la Bellacasa, para interesarse por el estado de salud de su Santidad. Y el Papa ha agradecido profundamente este gesto. Don Juan Carlos y doña Sofía habían sido, precisamente, los últimos visitantes de Estado que el papa, Wojtyla había recibido en el Vaticano, antes del trágico atentado que ha puesto en peligro su vida.
Curiosamente, una de las primeras personas que tuvieron noticias directas de los médicos del policlínico Gemelli, donde fue hospitalizado el Papa, fue el embajador español ante el Vaticano. Fue el único diplomático que consiguió llegar minutos después de que Juan Pablo II entrara en el quirófano. Estuvo a dos pasos de donde estaba internado el Papa, junto con el presidente de la República, Sandro Pertini; el presidente del Senado, Amintore Fanfani, y la presidenta del Parlamento, la comunista Nilde Jotti, viuda de Palmiro Togllatti, todos los cuales habían llegado a la vez que nuestro embajador.
La presencia del anciano presidente Sandro Pertini, que llegó al Gemelli con un nudo en la garganta, empujó a los médicos que recibieron el cuerpo ensangrentado del Papa a presentarse en la sala donde estaban las tres importantes personalidades italianas, junto con el embajador español, para darles 12 primera información de que «Juan Pablo II se había salvado, que estaba vivo».
Trato de excepción
La emoción de Pertini fue grande porque este anciano socialista había visitado a Pablo VI el día antes de su muerte y al papa Luciani también días antes de su fallecimiento. Y precisamente Juan Pablo II le había invitado un día a comer y hasta había hablado de su madre en una audiencia pública. Pertini ha sido la única personalidad no eclesiástica a quien se le ha permitido entrar en la sala de reanimación del Papa y éste ha querido estrecharle la mano. Se ha tratado de una verdadera excepción, porque los médicos no permiten entrar a nadie en esta fase aún crítica, para evitar todo peligro de infección al herido.Y entre las mil anécdotas que empiezan a conocerse del momento del atentado es curiosa la siguiente: el famoso cardenal Pericle Felici, que fue quien anunció en la plaza de San Pedro, a la muchedumbre, el clásico «habermus papam», iba en su coche hacia el policlínico Gemelli a visitar a un amigo hospitalizado cuando sintió detrás de él las sirenas de una ambulancia. Tuvo que dejarla pasar y comentó: «Se debe tratar de un enfermo muy grave por la velocidad que lleva».
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